Dos nuevos viajes en tren Madrid y otro libro que ha caído entre la ida y la vuelta: Pastoral americana.
Hasta ahora, lo único que había conseguido leer de Philip Roth (Premio Príncipe de Asturias de las letras 2012 y eterno aspirante al Premio Nobel de Literatura) era Némesis, su última novela. Tanto me gustó, que decidí dar una nueva oportunidad -bendita sea la hora en que lo hice- a Pastoral americana, que se me resistía, tras un par de intentos fallidos.
A través de su protagonista: 'El Sueco', modelo a seguir por todos los muchachos judíos de New Jersey, gran atleta, mejor hijo, buen estudiante, casado con una Miss New Jersey, heredero de la fábrica de guantes de su padre, Philip Roth nos describe la evolución de la sociedad americana desde el final de la segunda guerra mundial hasta la década de los 70, el fin del sueño americano, anunciado por la guerra del Vietnam y la presidencia de Nixon.
Ambientada en su ciudad natal (Newark) asistimos a las luchas internas de un personaje paradigma de la corrección política, a quien su hermano espeta en un pasaje de la novela:
'Siempre tratas de mitigarlo todo, siempre intentas ser moderado, nunca dices la verdad si crees que vas a herir los sentimientos de alguien, siempre estás transigiendo, siempre eres complaciente, siempre procuras buscar el lado brillante de las cosas. Tienes modales, lo aceptas todo con paciencia, eres el colmo del decoro. El chico que jamás infringe el código. Haces cuanto la sociedad te dicta. Decoro... escupes decoro a la cara de todo el mundo'.
La religión, las religiones o su ausencia (que la hace más presente), la familia, la sexualidad, el clan, las empresas, los modelos productivos, las clases sociales, los prejuicios... de una sociedad enferma desfilan a lo largo de las 500 páginas de una novela con la que cuesta arrancar y que, en cuanto te atrapa, además de tenerte pendiente de sus personajes, te introduce, o a mí me ha introducido, en mi interior y me ha hecho meditar sobre 'mi personaje'.
Una novela de constantes idas y vueltas, como los meandros de un río, para disfrutar leyendo... y para pensar.
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