el cine, de la música, etc. y en la cultura de 'gratis total'. En el caso concreto de la prensa, resulta evidente que la información, que era su producto estrella, no puede competir con otros canales más directos. Está atravesando una profunda crisis, en la que también está comprometiendo su credibilidad. Solo tendrán futuro aquellos medios que sean capaces de atinar con un modelo de negocio que sea capaz de ofrecer al mercado contenidos que añadan valor y por los que el 'cliente' esté dispuesto a pagar.
Otro de los temas calientes fue el papel de una juventud -que para muchos de los asistentes, cuya media de edad superaba ampliamente los cincuenta años (y que añoraba movimientos como los de mayo del 68, en París)- se dibujaba como sumisa y poco comprometida. Gorka Landaburu, que dio sobradas muestras de una actitud positiva, aún en las circunstancias más adversas, defendió a esa juventud y se mostró convencido de que tiene valores y que tiene intereses, no necesariamente coincidentes con los de nuestra generación; y que será capaz de comprometerse con sus valores y con sus intereses cuando sea necesario.
Las más de tres horas que duró el acto se me pasaron volando, gracias a la altura del debate y gracias, sobre todo, a la amenidad y la desbordante personalidad de Gorka Landaburu, un gran conversador, un plaza gizon; y uno de esos optimistas compulsivos de los que estamos tan necesitados en estos momentos. Decía Churchill que: 'Un optimista ve una oportunidad en toda calamidad, un pesimista ve una calamidad en toda oportunidad.'
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