Ayer a la tarde se estrenó una carrera, a la que le adivino un magnífico futuro, no tanto en la cantidad de participantes, como en la calidad de los mismos y en la capacidad de atraer a muchos espectadores. La dinámica de la prueba, con varias carreras clasificatorias, de las que, por tiempos, se seleccionan los 10 mejores y los dos mejores equipos, que disputan la final, permite mantener el interés del público. Si, además, como ayer, acompaña el tiempo, el éxito está garantizado.
El título de este post hace referencia al oligopolio, un tipo de mercado dominado por un pequeño número de vendedores o prestadores de servicio, que compiten 'contraladamente' entre ellos. Haciendo un símil, podríamos decir aquello de que 'entre los bomberos no se pisan la manguera'.
Karel López en pleno esfuerzo |
En tercer lugar se coló Eñaut Lasarte, que fue la sorpresa. Del equipo Basapiztiak, entró por delante del también 'atletiko' Alberto Menéndez, que corría por libre. Pablo Cid (RS) y Martín de la Fuente (ASS) completaron el equipo ganador.
Impresionante la zancada de Eñaut. Por detrás, de negro Iñigo |
El segundo equipo fueron los Basapiztiak: Eñaut Lasarte (6º en la clasificatoria y 3º en la final), Iñigo Beldarrain (10º en la clasificatoria y 9º en la final), Mikel Martínez Galdos (11º) e Iñigo Gurrutxaga (14º).
Entre las chicas, saltó, para mí, la sorpresa, al ganar Leire Fernández Abete, una jovencita de frágil apariencia, a Lorea Ayala, especialista de 800 metros, que era mi favorita.
Yo participé en la tercera carrera, ganada por Ion Lopetegi, con un tiempo de 1':18", muy por delante de todos nosotros. Creo que esa circunstancia le perjudicó y le impidió meterse entre los diez primeros que disputaban la final. Un par de segundos tuvieron la culpa, ya que Iñigo, el décimo, marcó 1':17".
Así subíamos. Yo soy el último de este grupo. Muy por delante, Ion Lopetegi |
En cuanto a mí, me fui hasta 1':55", sufriendo lo que no soy capaz de describir. A falta de unos 60 de los 300 metros de Lakuesta, mis piernas no obedecían las órdenes de mi cerebro y tuve que apelar a mi 'vergüenza torera' para no pararme y seguir ¿corriendo? hasta la meta. Ahora mismo, un día después, tengo una agujetas del culo para abajo, que me están martirizando.
Decía Ingmar Berman que 'envejecer es como escalar una gran montaña: mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre, la vista más amplia y serena.' Estoy de acuerdo en que las fuerzas disminuyen, pero, en mi caso, mi mirada, al llegar arriba; en fin ¿cómo os lo diría?
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