Todo un día tomando el sol en la piscina del hotel es una oportunidad para dar buena cuenta de las 207 páginas de Soldados de Salamina, la novela que dio a conocer, en 2001, a Javier Cercas.
'Nunca nadie me ha dado las gracias por dejarme la juventud peleando por la mierda de su país. Nadie. Ni una sola palabra. Ni un gesto. Ni una carta'. Nada'.
'Nunca nadie me ha dado las gracias por dejarme la juventud peleando por la mierda de su país. Nadie. Ni una sola palabra. Ni un gesto. Ni una carta'. Nada'.
Esta es la frase que, bien avanzada la novela, dirige un octogenario ex-combatiente de la guerra civil española y de la segunda guerra mundial, al narrador, un alter ego del autor, que está buscando la manera de cerrar un relato sobre un episodio ocurrido en enero de 1939, cerca de la frontera con Francia, en el que Rafael Sánchez Mazas, ideólogo y fundador de la Falange, salva milagrosamente la vida después de salir ileso de un pelotón de fusilamiento, gracias a un soldado del bando republicano que no lo denunció.
La novela trascurre entre la vida cotidiana del autor-narrador y su trabajo de investigación para localizar al héroe ¿anónimo?, sin darse cuenta que 'Los héroes sólo son héroes cuando se mueren o los matan' y que no hay héroes vivos'.
Creo que la novela merece el comentario de Mario Vargas Llosa que podemos leer en la contraportada: 'Un libro magnífico... uno de los mejores que he leído en mucho tiempo', especialmente su final, tan abierto como conmovedor.
La novela trascurre entre la vida cotidiana del autor-narrador y su trabajo de investigación para localizar al héroe ¿anónimo?, sin darse cuenta que 'Los héroes sólo son héroes cuando se mueren o los matan' y que no hay héroes vivos'.
Creo que la novela merece el comentario de Mario Vargas Llosa que podemos leer en la contraportada: 'Un libro magnífico... uno de los mejores que he leído en mucho tiempo', especialmente su final, tan abierto como conmovedor.
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