Si
ya la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) dejaba en una
posición desairada a España por su aplicación de la doctrina Parot, las
reacciones de la clase política y parte de la prensa y la ciudadanía pueden acabar por socavar aún
más eso que se ha dado en llamar la marca España.
Es humanamente comprensible que las víctimas convocantes de la manifestación del domingo en la Plaza Colón de Madrid, que juzgan desde el dolor y la rabia, consideren injusta esta sentencia, llegando a exigir su incumplimiento. Lo que resulta inadmisible es el comportamiento de los líderes del PP y del propio presidente del Gobierno, que tacha esa sentencia de injusta, cuando uno de los principios fundamentales en los que se apoya cualquier estado de Derecho es la irretroactividad de las normas penales.
Es impresentable que los gobernantes de un Estado miembro del Consejo de Europa se sumen tan demagógicamente a una manifestación que ataca directamente al TEDH, promoviendo la agitación y hasta la desobediencia a una Constitución, en cuyo artículo 9 se proclama que deberá respetarse siempre la jerarquía normativa en la aplicación de las leyes, acatando y haciendo cumplir los tratados internacionales en materia de derechos humanos que España ha firmado.
En todo este dislate, llama la atención que sea el denostado poder judicial el único que esté actuando con un mínimo de sentido común y coherencia, al dar legitimidad al Tribunal de Estrasburgo y aceptar su jurisprudencia, tal como reconoce la propia Constitución española. Su resolución no deja lugar a dudas cuando afirma: 'La aceptación y vinculación de todos los Estados del Consejo de Europa a su jurisprudencia, y no solo de los directamente afectados por sus resoluciones, no sirve únicamente para la homogenización del derecho europeo que compartimos, sino que especialmente constituye una de nuestras señas de identidad cultural y de civilización común europea.'
Una
civilización en la que no parecen sentirse muy cómodos quienes, han utilizado
sin pudor, con fines partidistas, a las víctimas del terrorismo, apelando a
nuestras emo-ciones más primarias (ira, miedo...), y alimentando una fiera que
ahora se vuelve contra ellos.
Ahora que tanto se habla de la marca España bueno sería que dejáramos de añadir más descrédito y confusión ante unos ciudadanos europeos que pueden entender que haya contestación social a esa sentencia, pero que contemplan atónitos espectáculos tan poco edificantes como el que está dando el partido del Gobierno. Sería bueno que cuidáramos un poco más las relaciones internacionales y que no termináramos, por norma, echando la culpa de nuestros errores a 'los de fuera', sean el TEDH, la Merkel, o el Comité Olímpico Internacional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario