Me confieso admirador de Remco Evenepoel desde que en 2019, con solo 19 años, ganó -y de qué manera- la primera de las tres Clásicas de San Sebastián que adornan su palmarés.
Alcanzó a los siete corredores que iban por delante. Sin que apenas le dieran algún tímido relevo, se fue deshaciendo, uno a uno, de todos ellos, quedándose solo en cabeza, salvando un pinchazo a tres kilómetros de la llegada y entrando triunfante en la meta de la plaza del Trocedero de Paris, con la torre Eiffel al fondo.
Consciente del escenario y del poder de la imagen, nada más cruzar la línea de meta, se bajó de la bici, la tomó por delante y se dejó inmortalizar como se ve en la foto. Por detrás, nadie.
Para el joven corredor belga (24 años) es una victoria sensacional, incluso por encima de los Campeonatos del Mundo en Ruta y Contrarreloj, la Vuelta a España o las dos Lieja-Bastogne-Lieja, por la forma en que la consiguió y por la repercusión de esa victoria.
Para los Juegos Olímpicos de Paris 2024, es un lujo y un honor contar con un campeón como él, que siempre será recordado.
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