Este cántico que desde hace unas
semanas se escuchaba en la gradas de Ipurua se hizo realidad poco antes de las
11 de la noche de ayer. El Eibar celebrará su 75 aniversario jugando en Primera
División.
El club con el presupuesto más
bajo de Segunda División, recién ascendido, es ahora mismo líder. Trabajo,
trabajo y más trabajo. Humildad, sacrificio, consistencia en los objetivos, con los pies en el suelo, con sensatez.
Liderazgo: desde el presidente hasta el entrenador. Una política clara,
conocida y asumida por toda la masa social. Un equipo humano comprometido. Unas alianzas con otros equipos, que le permiten
contar con jugadores para quienes el Eibar es la mejor escuela de formación.
Que se lo pregunten a Xabi Alonso o David Silva, campeones del mundo y de Europa. Y un método de trabajo en el que nada se improvisa.
Así se consiguen los objetivos,
aunque, en el camino, haya que regresar a la Segunda B. Así se refuerza la
‘marca Eibar’ para hacerla atractiva a los profesionales del fútbol. Y así se
moviliza a un pueblo, a una provincia, a
una comunidad y hasta a un estado, que simpatiza, por la fuerza de los hechos, con un club modesto en medios y desbordante en ilusión.
Un club que acaba de protagonizar
la mayor hazaña del fútbol gipuzkoano, sólo comparable a aquella primera Liga
que ganó la Real Sociedad
en Gijón, el 26 de abril de 1981, que yo celebré precisamente en Ipurua, donde
acababa de arbitrar al Eibar que, por aquel entonces, jugaba en Tercera
División.
Zorionak! a un club y a una
afición ejemplares, siempre humildes y valientes. Ayer, consiguieron que me reconciliara con el fútbol. A ver
cuánto me dura.
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