Huyendo de las hordas de japoneses, chinos, hindúes y de todo el resto del pla-neta, que conforman una suerte de torre de Babel, en la que se escucha constan-temente el español y hasta el euskera, hemos abierto la caminata de hoy visitando el castillo viejo de Praga, situado en diagonal, en la otra orilla del Moldava. El castillo de Vysehrad sí que tiene muralla y ocupa una amplia extensión de terreno, muy bien cuidado y con algún edificio singular como la basílica de San Pedro y San Pablo, totalmente restaurada y pintada con figuras de santos.
Tras disfrutar de las magníficas vistas, hemos bajado hasta la orilla del río, por el que hemos dado un largo paseo, admirando la arquitectura a derecha e izquierda.
Por la tarde, tras visitar la renovada Estación Central, hemos subido hasta el barrio de Vinohrady, una zona residencial, con edificios art nouveau perfectamente restaurados, que rodea al parque Riegrovy, en cuyo centro nos hemos encontrado con una pista de atletismo de ceniza con cuatro calles. Había gente entrenando. Me ha llamado la atención que la calle 4 estaba totalmente cubierta de hierba, señal de que se usa muy poco.
Interior de la iglesia de San Nicolás |
Tras tomarnos una cerveza en una cervecería al aire libre al estilo de las alemanas, hemos hecho la turistada del día, asistiendo a un concierto de órgano en la iglesias de San Nicolás. Para que os hagáis una idea de la calidad de los intér-pretes, pese a que estába-mos hechos polvo de la caminata, hemos permane-cido atentos y despiertos. Curioso fenómeno el de las iglesias de Praga, con una programación musical que comprende hasta dos conciertos diarios. Así se explica que estén en tan buen estado, ya que hay que pagar entrada y no son baratas.
Por fin para cenar, hemos atendido la recomendación de nuestro hijo Iñigo, que juraba haber comido la mejor lasagna de su vida en el Maestro, en la calle Krízovnická, 10. No me atrevería a decir lo mismo, pero sí os aseguro que estaba exquisita y que el servicio era excelente.
Hemos vuelto al hotel sorteando turistas de todas las especies, que volveremos a encontrar mañana en el barrio judío. Habrá que madrugar.
Preciosa ciudad, Gabi. En pocos sitios he disfrutado tanto de callejear, a pesar de los codazos y empujones. Ya te pasaré algun dibujo.
ResponderEliminarQue disfruteis!
Estoy de acuerdo contigo, Mikel. Es una delicia perderse por sus calles y descubrir mil y un lugares mágicos que seguro inspiran a artistas como tú.
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