Ayer anoche fui al cine con Iñigo, mi hijo. Él eligió la película, seis historias desconexas con el denominador común de una chispa que hace que personas aparentemente equilibradas pierdan el control, dando rienda suelta a sus más bajos y violentos instintos.
Un extraño viaje en avión, un sucio restaurante de carretera, un incidente de tráfico casi irrelevante en una carretera poco transitada, una grúa que se lleva un coche mal aparcado, un atropello mortal tras una noche de juerga y una boda, son los escenarios a los que nos traslada la película, atrapándonos en una espiral de despropósitos, que terminan trágicamente.
Presentada como comedia, la película mantiene la tensión, con constantes guiños al espectador para ganar su complicidad.
Una delicada combinación de violencia y humor, con situa-ciones que nos resultan familiares, a las que diaria-mente conjuramos con las fórmulas del civismo y la cortesía.
Sin embargo, cuando deja-mos de lado esas conven-ciones sociales, imprescin-dibles para la convivencia, y el hipotálamo, nuestro cere-bro reptiliano, toma el poder, nos ponemos en la piel de los protagonistas y hasta cele-bramos sus reacciones.
Excelentes interpretaciones, con un Ricardo Darín magistral. Y la música es muy buena.
¡Ah! aunque la película es argentina, las situaciones que se plantean podrían ocurrir en cualquier lugar. También aquí.
Dos horas que pasaron volando y que me dejan un poso de reflexión sobre nuestra capacidad de hacer daño.
'Los temores, las sospechas, la frialdad, la reserva, el odio, la traición, se esconden frecuentemente bajo ese velo uniforme y pérfido de la cortesía' (Jean Jacques Rousseau)
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