jueves, 12 de febrero de 2015

Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho?

La sala 1 del Príncipe estaba abarrotada. Cierto es que apenas cabe un centenar de personas; y no menos cierto es que el precio de la entrada: 3,70 € invitaba a ir al cine. Me lo propuso mi mujer y acepté encantado. Ella fue con ganas de reír, muy predispuesta, y cumplió con creces su objetivo.

Para los que no hayáis oído hablar de ella, este peli, durante casi 100 minutos, nos mete en una familia francesa formada por un matrimonio católico y conservador, que tiene 3 hijas casadas, sucesivamente, con un abogado musulmán, un emprendedor judío bastante gafe, y un banquero chino; y una cuarta –guapísima, por cierto- a quien pretenden casar con el aburrido -y feo- hijo de un notario, que trabaja en un banco de inversión en Washington. Con estos antecedentes, ya os podéis imaginar por dónde van los tiros.

No conocía a ninguno de los actores y he disfrutado muchísimo de sus inter-pretaciones, especialmente la del patriarca Christian Clavier y la bellísima Elo-die Fontan, encarnación de esa francesita con la que todos hemos soñado alguna vez.

Si queréis pasar un buen rato, esta peli, que han visto más de doce millones de franceses en 2014, es una buena opción. No está a su altura,  pero es el film francés con mayor recaudación después de Intocable (2011). Como hiciera aquí 8 apellidos vascos, explota las diferencias sociales y, en este caso, raciales, la religión y las costumbres, en un marco almibarado, muy francés, con buenas dosis de ironía, sin que la sangre llegue al río. 

2 comentarios:


  1. La última peli que vi en el cine fue ésa que se hunde el Titanic y me ahogan al protagonista. Me dejó hasta mal cuerpo.

    Fuera cachondeos, pero o yo he cambiado o "el ir al cine" ... ya no es lo mismo.

    Antes disfrutaba sabiendo que tenía una entrada numerada en el bolsillo mientras me comía un pintxo en lo Viejo. Sin prisas. Luego sentadito, previa revisión de que la fila + asiento era el correcto, en unas butacas NO ERGONÓMICAS que te permitían estar bien juntito a tu novia (sobraba media butaca).

    ¡Ah sí, la peli! ... se me olvidaba. Empezaba más o menos a la hora porque no estaba sincronizada con ningún reloj atómico, y terminaba tranquilamente sin que el personal de la siguiente sesión te pisara los talones. Vaaale, me he saltado el NO-DO.

    ¡Ah!, ... sí había palomitas pero la gente se las comía, no las plantaba en el suelo para ver si crecen. ¿Sed? ... ¡claro con tanta palomita y beso! ... terminaba la peli y te ibas a los aseos del cine a beber agua a morro del grifo sin esperar tan siquiera a salir a la calle.

    A lo dicho, lo único que se mantiene es es ese aire fresco que al salir del cine te corta la cara y hace que escondas la mano en el bolsillo de la chavala (ahora tu mujer) que llevas al lado.

    Prometo volver ... si me llevan.

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