Mañana, cuando vaya a votar, lo haré con menos dudas que las últimas veces, con menos dudas que casi siempre. Desde que tuve oportunidad de hacerlo, creo que sólo una vez, a causa de un viaje repentino, he
faltado a la cita con las urnas. Son treinta años largos votando y muy pocas veces he estado seguro de que estaba haciendo lo correcto. Unas pocas veces, he votado a favor de una persona o de una idea. En bastantes ocasiones, he votado en contra de quienes
nos quieren imponer un modelo de sociedad en el que no me reconozco y que no quiero para mis hijos. Y últimamente voy a votar -con una pinza en la nariz, como dijo en su día Maruja Torres- porque creo que mi abstención se podría entender en el sentido de que 'el que calla, otorga'.
El jueves a la noche vi en ETB2 el debate entre los candidatos a presidir la Di-putación Foral de Gipuzkoa de Bildu, PNV, PSE, PP, Irabazi y Podemos, que me aclaró bastantes dudas. A dos de los candidatos difícilmente
les podría votar por lo que creo que repre-sentan: sectarismo y divi-sión; pero tenían una opor-tunidad. La desaprovecha-ron. El primero por su discurso, su gesto y por su talante; y el segundo por su incompetencia, que quedó de manifiesto cada vez que le ponían
en el apuro de tener que hacer alguna propuesta.
Otros dos candidatos despertaban mi curiosidad. Eran nuevos en la plaza y esperaba de ellos un discurso distinto, propuestas nuevas, concretas y alejadas de lugares comunes. Me encontré con topicazos, buenismo
y falta absoluta de propuestas concretas, que no llegaron a salir de un rostro permanentemente crispado y de otro bien parecido y sonriente, que lucía una bonita camisa. No seré yo quien vote ni a una ni a otro.
De los dos que quedan, lo tengo muy claro. Frente al discurso plano, tradicional, esquivo y muchas veces ambiguo de un candidato -que nos quiere convencer de que lo natural es que gobiernen los suyos- me quedo
con el otro, con el único que hizo y que lleva haciendo propuestas concretas, con el que prometió buscar acuerdos por los que estaba dispuesto a ceder en alguna de sus posiciones, con el que apoyó sus argumentos y sus réplicas con datos, con el que más riesgos
corrió, con el que mejor se había preparado el debate, con el que tenía un discurso más fresco, con el que rectificó cuando se equivocó, con el que mantuvo un tono cordial, pero firme, con el que, cuando miraba a la cámara, sentía que me hablaba con el corazón
y se creía lo que decía.
Haciendo una excepción a mi costumbre de acostarme pronto, aguanté hasta el final. Mi mujer, por una vez, se fue antes a la cama. Ayer a la mañana, en el desayuno, comenta-mos nuestras impresiones, recordamos las encuestas y el voto útil, ese recurso tramposo al que confieso haber recurrido en alguna ocasión. Y decidí que no voy a hacer trampas, que no me voy a hacer trampas, que me voy a levantar y voy a votar al que creo que es el mejor candidato y no al menos malo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario