Ajeno a la Tamborrada

… Absurdo como un belga por soleares, vacío como una isla sin Robinson… Son versos de una canción de Joaquín Sabina en 'Así estoy yo sin ti', que reflejan mi estado de ánimo en días como el de hoy, incapaz de entender el entusiasmo y la excitación de los donostiarras ante la/s Tamborrada/s, empezando por mi casa, con mi mujer y mis hijos.

Mientras todo el mundo a mi alrededor parece disfrutar de los sones de la música de Sarriegi, del redoble de tambores y barriles, del aire marcial de los uniformados y del tono desenfadado e informal de los disfrazados de cocineros, yo asisto casi impasible con cierta sensación de culpa, recordando aquellos versos de Brassens en La mauvaise reputation: ‘En este mundo pues no hay mayor pecado que el de no seguir al abanderado’.

¿Será que proceder de un caserío de Errenteria inhabilita para sentir la emoción de los ñoñostiarras? ¿Será una mente excesivamente fría y empírica? ¿Será mi poco gusto por las masas? ¿Será que, definitivamente, soy un tipo raro?

Confieso que no tengo ni siquiera la curiosidad antropológica de entender el fenómeno. Simplemente, veo cómo disfrutan los míos, disfruto yo mismo, con ellos, de una buena cena la víspera y una buena comida el día de San Sebastián, cumpleaños de mi hija, y espero paciente a que mañana volvamos a la normalidad.