Aparece en este blog cada vez que compite, sea en una carrera popular o en alguna federada, de cross o de pista. Alguna vez en puestos de honor. Con mi conocido mantra de hechos y datos, trato de mantener la objetividad y de tratar a Iñigo Beldarrain, mi hijo, como trataría a cualquier otro atleta popular o federado.
Por una vez, haré una excepción y no será para hablar de ninguna carrera. El viernes 9 de junio, a las 12:00, Iñigo presentó su proyecto de fin de carrera y consiguió el grado en Ingeniería Biomédica con el que se ha estado peleando los últimos años.
Por una vez, haré una excepción y no será para hablar de ninguna carrera. El viernes 9 de junio, a las 12:00, Iñigo presentó su proyecto de fin de carrera y consiguió el grado en Ingeniería Biomédica con el que se ha estado peleando los últimos años.
La presentación tuvo lugar en un aula de ceit, de Tecnun, Universidad de Navarra.
El trabajo consistía en el Análisis preliminar de un producto médico en desarrollo para su posterior marcado C.E.
No os aburriré con los detalles técnicos, que se me escapan y que el Tribunal tuvo a bien ponderar. Si os diré que, durante veinticinco minutos, Iñigo hizo una exposición sobresaliente, que ya me hubiera gustado a mí ser capaz de hacer a su edad. Y la hizo él solo, sin que yo le haya ayudado absolutamente nada. No es que yo entienda de ingeniería biomédica, pero en mis casi 62 años me ha tocado hacer unas cuantas presentaciones y redactar centenares de informes, por lo que podía haberle echado una mano en cuestiones estéticas y/o formales. Y me ofrecí reiteradamente a hacerlo. En vano.
No sé si en otros aspecto de su personalidad habrá salido a mí. Le reconozco en lo que poco que le gusta pedir ayuda y en lo mucho que le gusta hacer las cosas a su manera. My way, que diría Frank Sinatra.
Y resulta que ese hijo hermético, introvertido y distante, se transforma en un plaza gizon, tranquilo, sólido, controlando el espacio y el tiempo, y capaz de captar la atención de la audiencia, modulando el tono de voz, haciendo pausas, sonriendo, mirando a los ojos a todos los presentes, moviéndose con soltura por la tarima, gesticulando con naturalidad, y expresándose con una claridad que ya me gustaría conseguir a mí, cuando me enrollo como las persianas.
Para respetar la seriedad del acto, no saqué ninguna foto. La que acompaña este post es la de su primera txapela por ganar una carrera popular. Esa misma txapela que se mereció el pasado viernes por su magnífica exposición.
Lo diré en euskera, porque creo que suena mejor: Zutaz harro nago.
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