Es de lo mejor que he leído en los últimos tiempos. La figura de Stefan Zweig despertó mi curiosidad al leer la crítica de la película Adiós a Europa. No he visto la película y sí me decidí a leer El mundo de ayer, que es una especie de autobiobrafía póstuma del escritor austríaco, que se suicidó en Brasil, el 22 de febrero de 1942, convencido de que el nazismo, que prohibió sus libros en 1936 y le obligó a exiliarse, terminaría imponiéndose en Europa.
Escrito con una prosa clara, directa y sin artificios, nos cuenta su vida entre el final del siglo XIX y los albores del siglo XX, cuando se podía viajar por toda Europa sin pasaporte. En eso llegó la Primera Guerra Mundial, que se cargó los ideales y la inocencia de una generación, que lejos de aprender la lección se embarcó en la terrorífica Segunda Guerra, desencadenada por la locura nazi.
Europa antes de Primera Guerra Mundial |
Judío no practicante, hijo de una familia acomodada, gran intelectual, conoció y trató a las élites culturales europeas, de las que formó parte hasta que el nazismo le fue minando. Estremece leer que a su anciana madre no le estaba permitido sentarse en los bancos de la calle. Y eso que no tuvo conocimiento del holocausto.
Que nadie piense, sin embargo, que se trata de un relato trágico. Europeísta convencido, hace un alegato en favor de la paz, la cultura y la concordia y en contra del belicismo y los nacionalismos excluyentes.
Viena en 1920 |
En sus más de quinientas páginas nos encontramos un libro de historia, otro de costumbres de la época, de economía; un desfile de personajes del mundo de la literatura, la pintura, la política, el teatro, la música, la moda y las artes en general. Tiene un capítulo, magnífico, en el que destapa la hipocresía de las conductas sexuales decimonónicas y la relajación de los felices años veinte.
Puestos a buscarle algún pero, el autor pasa de puntillas sobre su vida familiar y apenas hay dos leves menciones a sus dos esposas. Las mujeres tienen muy poco protagonismo en un contexto cultural y social en el que eran obviadas.
Publicada tras su muerte, El mundo de ayer no es un best seller; es el testamento desencantado de un hombre que vivió en una urna de cristal, dedicado a la contemplación y disfrute de la belleza en todas sus dimensiones, hasta que el horror del nazismo y de todos los totalitarismos acabó con su mundo.
Así termina: El sol brillaba con plenitud y fuerza, Mientras regresaba a casa, de pronto observé mi sombra ante mí, del mismo modo que veía la sombre de la otra guerra detrás de la actual. Durante todo ese tiempo, aquella sombra ya no se apartó de mí; se cernía sobre mis pensamientos noche y día; quizá su oscuro contorno se proyecta también sobre muchas páginas de este libro. Pero toda sombra es, al fin y al cabo, hija de la luz y sólo quien ha conocido la claridad y las tinieblas, la guerra y la paz, el ascenso y la caída, sólo éste ha vivido de verdad.
Memorias de un europeo. Para ciudadanos del mundo, escrito por alguien que quiso serlo.
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