Foto El País |
Mi lectura diaria del períodico (El Diario Vasco) consiste en pasar las páginas de atrás adelante y apenas dura diez o quince minutos, normalmente por la noche... cuando lo leo.
En vacaciones, a falta del DV, compramos EL PAÍS y esa lectura, sea por el contenido del periódico, sea por tener más tiempo, dura bastante más. En el de ayer, aparecía una foto de Cristiano Ronaldo con sus dos nuevos hijos, concebidos en un vientre de alquiler.
El jueves, en ese mismo periódico, Luz Sánchez Mellado publicaba esta columna, titulada Ofrécese útero:
He estado preñada dos veces. Dos bombos de libro. Procesos sin más contratiempo que la tormenta física y emocional que conlleva una gestación para una mujer del Primer Mundo. Náuseas. Hinchazón. Miedo. Cansancio. Incertidumbre. Apatía, hiperactividad, lloreras, euforia. Ochenta semanas en vilo culminadas con dos partos a pelo con los que aún sueño. Ni me quejo ni me pavoneo. De aquellos polvos y lodos me quedan dos hijas como dos soles, dos paupérrimos pechos de la propia mala leche y una telaraña de estrías en la tripa arruinándome el biquini de por vida. Una de tantas.
Luz Sánchez Mellado. Foto El País |
Esta semana, en el complejísimo debate sobre el uso de úteros ajenos por parte de terceros para gestar a los hijos que quieren y no pueden, me ha maravillado una palabra. La proposición de Ciudadanos para regular esta práctica contempla el carácter “altruista” de la misma. ¿Altruqué? ¿Alguien cree en serio que hay la suficiente cantidad de mujeres mayores de 25 años, con estabilidad económica y un hijo ya gestado, deseosas de ofrecerse como incubadoras a cambio del gasto médico y una compensación por las molestias por amor al prójimo? Y, ya puestos, ¿cuál sería esa contraprestación? ¿El sueldo mínimo, el acuerdo entre las partes, el euríbor?
Debatamos, de acuerdo. Pero llamemos a las cosas por su nombre. Gestar es el único poder exclusivo de las mujeres. Y no es gratuito. Llevar dentro el hijo de otros, sentirlo en tu seno, parir lo que es carne de tu carne y sangre de tu sangre para dárselo a sus padres —o no— genéticos mediante un contrato con cláusulas y obligaciones se llama alquilar tu vientre. Cuando se retuerce tanto el lenguaje como para recurrir al eufemismo del eufemismo es que quizá todos tenemos problemas de conciencia al respecto. Puede que haya alguna altruista. No me lo creo. Pero igual soy yo, que soy mazo egoísta, que me dicen mis hijas adolescentes. Cría cuervas.
Yo tampoco me lo creo. Y no, no me gusta esta práctica, por mucho que hombres famosos, famosetes o anónimos y necesariamente acaudalados, la estén poniendo de moda, se lo puedan permitir... y se lo permitan.
Tanta corrección política y tanto eufemismo empieza a darme náuseas.
Vosotras, sí, vosotras ¿cómo lo veis?
Con las de críos que nacen el mundo sin futuro ni proyecto de nada posible, a los que una adopción les salvaría la vida, literlamente...
ResponderEliminarEn fin, nada nuevo en este mundo mercantilista y egoísta en sus élites a más no poder.
Lo que sí procede es regularlo, con un consentimiento mutuo y la prohibición de que medie retribución ninguna, asunto "resuelto".
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