El mail le llegó a las
21:12, justo cuando acababa de cenar: una ensalada gigante con lechuga, tomate,
espárragos, dos patatas cocidas, dos huevos duros y una rodaja de atún casi
crudo. Se disponía a preparar el escenario para su encuentro con Mario y a
ponerle un whatsapp cuando oyó la campana del I-Pad.
Pensó en no atenderlo, pero temiendo quién podría ser el remitente, lo abrió.
Acertó. Jota había hecho caso de su irónico comentario de la tarde -Mándame un
mail de esos tuyos. Así te entretienes un rato.- y lo había cumplido al pie de la letra. Perfectamente
redactado, claro… y amenazante.
¡Hola!
Iria,
Esta
tarde, cuanto te he visto salir del agua, con el neopreno que comprimía tu
magnífico cuerpo, me has recordado a la guerrera celta que evoca tu nombre. Una
guerrera que he instruido desde que la vi, hace quince años, saliendo de una
piscina con un bañador azul celeste.
Ahora
me evitas, pero entonces me escuchabas y me seguías hasta los abismos del
infierno, a los que te asomabas una y otra vez, en unas sesiones de
entrenamiento que sólo alguien como tú es capaz de soportar.
Todo
cambió, todo se rompió hace cuatro años, cuando fallamos en Londres. Sí,
fallamos, porque yo me siento tan responsable como tú de aquel fracaso.
Llamemos a las cosas por su nombre: en Londres fracasaste. La prensa te
disculpó. Aquella caída en la bici,
aquel esfuerzo ¿agotador? para recuperar, que te privó de la fuerza necesaria
en el sprint final más ajustado de la historia del triatlón…, un sprint para el
que nunca debiste dar opciones a tus rivales, que se crecieron al ver que no
llegaba tu ataque. Sólo te valía el oro. Por primera vez, tuviste miedo de perder. Y perdiste. Hasta el bronce. Y
aprendiste.
O
ganas o aprendes ¿recuerdas? Estás invicta desde entonces. Ahora eres mucho más
fuerte y mucho más despiadada. Ahora te temen de verdad. Y lo has hecho tú
sola, sin mí, sin nadie. Lo controlas todo, pero ¿podrás controlar, tú sola, el
éxito o el fracaso de Río?
Sabes
que no ¿verdad? Y por eso has buscado apoyo, obviándome y ocultándome tus
intenciones. La marca Iria García-Marín es mi gran obra, la que te ha
proporcionado fama, notoriedad, portadas de revistas, reconocimiento social,
contratos publicitarios y un dinero más que merecido, del que yo sólo he
recibido unas migajas.
¿Qué
pasará después de Río? ¿Otros 4 años más hasta Tokio, donde llegarás con 32?
¿Cuántas chicas, cuántas Irias pueden salir en estos cuatro años que te hagan
sombra? ¿Podrás soportar que haya una, sólo una, que te gane? Sabes que es
probable que salga y sabes que no podrás soportarlo.
Por
eso te estás planteando una nueva vida, que empieza con 28 años, un título
olímpico y una imagen admirada y envidiada a la vez en todo el mundo. Conozco
algunas de las ofertas que te han hecho porque en algunos casos recurren a mí,
al ser tú tan inaccesible, y porque piensan que sigo teniendo ascendiente sobre
ti.
Te
quieres librar de mí ¿verdad? Si se acaba el triatlón, se acaba la historia con
Justo Hidalgo. Sí, Justo Hidalgo, porque en los contratos no soy Jota, soy la
otra parte contratante que se lleva un pequeño porcentaje de tus ingresos como
triatleta. De los derechos de imagen, ni hablamos ¿verdad? Y crees que si dejas
de ser triatleta te librarás de mí.
Sé
que, asesorada por tu padre, el señor notario, ese mecenas que financió tus primeros
pasos y me contrató para que hiciera de ti lo que sólo yo era capaz de
conseguir, estás buscando apoyo profesional para gestionar esa marca y sacarle
el máximo rendimiento, dejándome fuera, sin nada.
Tu
padre y tú me la jurasteis hace cuatro años cuando, después de Londres, tuve
que mendigar primero y exigir después, una ínfima parte del botín, que me ha
permitido llevar una vida acomodada, pero austera y sin lujos.
Sabiendo
que este momento podía llegar, me he labrado un espacio que va más allá del
deportivo, pero del que, todavía, no puedo vivir. Y bien te encargaste de
recordarme esta mañana que tengo 49 años. Mi padre no es notario y de mí y sólo
de mí depende mi futuro.
Al
principio, valía por lo que te enseñé. Después, cuando creíste exprimirme, he
valido por lo que callo. Compraste mi silencio, pero después de Río te dará
igual ¿verdad?
Ya
crees tener quien saque brillo a tus virtudes y quien aproveche tus debilidades
como una oportunidad para proyectar una nueva imagen, que venda más que la de
la exitosa y sacrificada triatleta. Tienes todos los mimbres para ser una
estrella.
Pero
ten cuidado, porque no encontrarás a nadie como yo, que puedo ser el más fiel
de tus soldados, como lo he sido en estos quince años, o el más taimado de tus
enemigos, si tomas la decisión de abandonarme. Te lo dije esta tarde: me
necesitas.
Cuenta
conmigo y no te arrepentirás.
J
Lo releyó dos veces. Sabía que hablaba en serio. Tenía
que actuar con frialdad y con determinación; ganar tiempo, sin perder un
segundo, así que le contestó de inmediato:
Hace
cuatro años pagué para sacarte de mi vida. Agradezco tu discreción y el apoyo
público que me has dado en todo este tiempo,
pero no voy a permitir que vuelvas cuando estoy ante el reto más
importante de mi vida. El 20 de agosto será campeona olímpica de triatlón y
después de ese día, estoy dispuesta a escuchar qué me ofreces.
Hasta
entonces, OLVÍDAME.
Iria.
Salió a las 21:29. Apagó el I.Pad, cogió el móvil y la puso un whatsapp a Mario.
¡Qué mejor manera de olvidar a Jota!
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