Nuevo viaje en tren a Madrid y nueva
oportunidad de disfrutar de la lectura de Philip Roth (Premio
Príncipe de Asturias de las letras 2012 y eterno aspirante al Premio Nobel de
Literatura). Después de lo enganchado que terminé con Pastoral
americana, abordar la segunda parte de su trilogía responde a la
adicción que empiezo a sentir por este
autor.
Me casé con un
comunista se desarrolla también en la cuidad natal de Roth (Newark) con
incursiones en New Jersey, New York y una industrial Chicago. En el marco de la
caza de brujas del senador McCarthy, con el prólogo de la Gran Depresión y la
Segunda Guerra Mundial, sigue la misma técnica narrativa de Pastoral americana.
Relatos en primera persona en los que se alterna el protagonista, idas y vueltas
en el tiempo y unos personajes errantes, perdidos, encerrados en su mundo y
ajenos a lo que pasa fuera de ellos, que despiertan del
sueño americano, como si acabaran de vivir una
pesadilla.
Es una novela que habla de la deslealtad y de la traición: 'Cada alma su propia fábrica de traición. Por la razón que sea: supervivencia, excitación, avance, idealismo, por el daño que es posible hacer, por el dolor que se puede infligir, por la crueldad y placer que hay en ella. El placer de manifestar tu poder latente. El placer de dominar al prójimo, de destruir a tus enemigos'.
Es una novela en la que podemos identificar el origen de lo políticamente correcto, que termina siendo tan repugnante como el funeral de Nixon, del que se da cuenta hacia el final de la novela.
Espero ansioso el viaje de vuelta, el domingo, para atacar
la tercera parte de la trilogía: La mancha
humana.
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