Quienes me siguen y/o conocen ya saben que me revuelvo
inquieto en el asiento de lo políticamente correcto. El caso de Oscar Pistorius es uno de esos asientos en los que nunca me he querido
sentar, prefiriendo permanecer de pie y atento a los
acontecimientos.
El pasado 5 de agosto, con ocasión de los
JJ OO de Londres, El País publicaba un artículo titulado 'El debate del caso Pistorius', al que no podría quitar ni poner una coma.
Otra cosa es lo que Carlos Arribas, autor del artículo, y yo pudiéramos comentar
con un par de cervezas en la mano; y lejos de micrófonos indiscretos como los de
Método 3, tan de moda entre los políticos
catalanes.
Desde hoy, sin embargo, parece haberse iniciado la caza
sin piedad del, hasta ayer, héroe nacional sudafricano e icono mediático
y social. Lo que ayer publicaba El País: 'Un icono mundial en los infiernos' es bien ilustrativo de ello. Resulta que Oscar Pistorius
tiene defectos y algunos, de ser cierto lo publicado, bastante
preocupantes.
Siempre he
tenido muchísimas dudas sobre el personaje construido a partir de la figura humana
de Pistorius. Como la mayoría de los atletas practicantes, he tenido serias
reservas sobre la pertinencia de que compitiera con los atletas sin minusvalías.
Y como ciudadano al que le corresponde vivir en esta época, bajo la dictadura del relativismo, siento profundamente que un joven de 26 años, a quien la vida, tras
darle un palo muy duro, le había puesto en el centro de atención de millones de
personas, se haya conducido hasta el
punto en el que actualmente se encuentra.
Otro ídolo de barro que se deshace,
mientras aparcamos las virtudes más elementales y compramos nuestros principios
en la tienda de Groucho Marx: 'Estos son mis principios. Si
no le gustan, tengo otros'
Muchos vendrán ahora a hacer leña del árbol caído, pero
no me encontrarán a mí con el hacha.
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