El lunes a la noche, mientras empezaba a leer 'Muerte blanca' (ver post del 21 de abril), recibí varios whatsapps, que me informaban de las dos bombas colocadas en la llegada del maratón de Boston y de los primeros datos de la tragedia. A las 22:30 apagué el móvil.
Desde entonces, nos han bombardeado con los detalles del atentado, la investigación, la identificación de los supuestos autores -dos hermanos de origen checheno y practicantes del islam- su persecución y, por fin, la muerte de uno de ellos y el arresto, malherido, del otro.
Tres muertos, múltiples mutilados y una cuidad en estado de sitio mientras todo un ejército de miles de policías, armados hasta los dientes, buscaba a un joven de 19 años.
Imágenes inquietantes que nos acercan al aterrador universo descrito por Orwell en '1984', que empieza a hacerse normal en nuestra sociedad, en la que un 'Gran Hermano' nos vigila constantemente. Y nos embauca con el señuelo de la seguridad total para, poco a poco, ir mimando nuestras libertades.
Porque la seguridad total no existe. Nadie puede garantizarla. Está el azar y están los locos que, por cierto, son multitud en los Estados Unidos. Deberían hacérselo mirar.
Mientras tanto, el maratón más antiguo del mundo, el primero en el que corrió una mujer, el de la célebre Heartbreak Hill entre los kilómetros 32 y 34, el del dominio total de los atletas kenianos, será conocido en adelante como aquel en el que los hermanos Tsarnaev mataron a tres personas y sembraron el terror en una cuidad y en todo un país.
Yo no quiero vivir en un país así y no quiero que me impongan ese modelo, por muy cinematográfico que resulte. Seguro que en un par de años tenemos en nuestras pantallas una peli que nos cuente la caza de los hermanos Tsarnaev, como este año, en La noche más oscura, nos han contado la caza de Bil Laden.
Para terminar, os dejo un par de frases de 1984. A ver qué os sugieren:
- Cada año habrá menos palabras, así el radio de acción de la conciencia será cada vez más pequeño.
- La guerra es la paz. La libertad es la esclavitud. La ignorancia es la fuerza.
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