Jacek Nowak fue el tercer portero de la selección
de Polonia que jugó el Mundial 82, celebrado en España, un gran equipo, que
acabó tercero, que contaba en sus filas con jugadores de la talla de Boniek,
Lato, Smolarek o Zmuda y cinco futbolistas que corrían los 100 metros en menos de
once segundos. Jugaron la primera fase en Galicia, donde conoció a Raquel
Larrañaga, una joven de Azpeitia, destinada por la organización para hacer de
guía e intérprete. Raquel era nieta de Marek Walczak, un violinista judío, que
escapó de Cracovia antes de la invasión de los nazis en 1939, llevando consigo
a su hija Janika, de sólo cinco años, y a su mujer, Rahel, que murió en el
largo camino del exilio, que les llevó a Mexico. Allí vivió y murió Marek y
allí fue donde Janika conoció a Joxe Mari Larrañaga, un joven de su misma edad,
también exiliado con su familia.
Del matrimonio de Joxe Mari Larrañaga y Janika
Walczak, en 1958, nació Raquel, que volvió a Azpeitia con su familia en 1980.
Era una chica muy delgada, con el pelo negro ondulado y con un aire a las
actrices de Hollywood de los años 50, que, además de euskera y castellano,
hablaba inglés, alemán y, por supuesto, polaco. Ese dominio de los idiomas
facilitó que pronto encontrara trabajo como traductora e intérprete y el que le
llevó a Galicia, aquel verano de 1982.
Guardaba un gran recuerdo de aquellos treinta
días, desde mediados de junio, en Galicia, hasta el 10 de julio, en Alicante,
donde acabó el mundial para los polacos, tras ganar 3-2 a Francia en el partido
por el tercer y cuarto puesto. En medio, habían pasado por Barcelona, donde
jugaron la segunda fase, contra la Unión Soviética (Rusia) y Bélgica, y
perdieron 2-0 la semifinal contra Italia, que resultaría la campeona.
Desde el primer día tuvo detrás de ella al tercer
portero, Jacek Nowak, un chico muy rubio, muy alto y muy guapo, algo más joven que ella, estudiante
de ingeniería mecánica y de español. A Raquel le divertía mucho la torpeza de
aquel chaval, muy descarado y abierto, que, sabedor de sus nulas posibilidades
de jugar, salvo catástrofe, se convirtió en su sombra y su axiliar, además de
objeto de las burlas y coñas de sus compañeros.
En la estricta convivencia impuesta por el
seleccionador Antoni Piechniczek, resultaba difícil ir más allá del orden
establecido de desayuno, entrenamiento, descanso, comida, descanso,
entrenamiento y cena, pero, ya en Barcelona, Jacek se las apañó para visitar clandestinamente
la habitación de Raquel con la que vivió un tórrido romance, que se interrumpió
con la vuelta a casa de los polacos.
Nada más comenzar la temporada 1982-1983, Jacek
Nowak, portero del Legia de Varsovia, sufrió una grave lesión en el codo
izquierdo, que le apartó del fútbol y le llevó a centrarse en sus estudios, terminar
la carrera de ingeniería y empezar a trabajar en Bizon, una fábrica de
cosechadoras, que producía maquinaria para la recolección de cereales y otros
productos del campo.
En 1988, en medio de las revueltas del sindicado
de Solidaridad contra el régimen del presidente Jaruzelski, abandonó Polonia y
se instaló en Azpeitia, con Raquel, con la que había seguido manteniendo el
contacto y una relación, cuyos momentos álgidos tenían lugar en verano, cuando
ella disfrutaba de sus vacaciones con él. Encontró trabajo en una empresa
metalúrgica, Corrugados Lasao, y dos años después, en 1990, se casaron en la
basílica de Loiola.
El 7 de abril de 1992, el día en el que se firmó
el Tratado de Maastrich, concebido como la culminación política de Europa,
vinculante para todos los estados firmantes del tratado y para todos los
futuros miembros de la Unión Europea, nació Rebeca Nowak Larrañaga.
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