Olvidadas las circunstancias en la que se llevó su última bandera, hace 8 años, yo quería que Hondarribia ganara la bandera de La Concha, porque me despertaba más simpatías que sus rivales en la tanda de honor.
En esa tanda, durante unos largos segundos, la trainera de Hondarribia se empa-rejó, por su calle, la 4, a la de Urdaibai, que la había invadido. En ese incidente, visto en primera fila por los jueces, ambas traineras se pudieron ver mínimamente perjudicadas.
Ya dentro de la bahía, Urdaibai volvió hacia el centro y ganó limpiamente, en una apretadísima llegada, a Orio y Hondarribia. Terminada la regata, los jueces no apreciaron causa suficiente para sancionar a Urdaibai y dieron por buena la clasificación, encabezada por los de Bermeo.
Ya dentro de la bahía, Urdaibai volvió hacia el centro y ganó limpiamente, en una apretadísima llegada, a Orio y Hondarribia. Terminada la regata, los jueces no apreciaron causa suficiente para sancionar a Urdaibai y dieron por buena la clasificación, encabezada por los de Bermeo.
Cuando se confirmó la reclamación de Hondarribia, me invadió una enorme tristeza. El gran espectáculo deportivo de la regata más disputada y de mejor nivel de los últimos años -y tal vez de la historia- quedaba oscurecido por otra polémica más, otra muestra de mal perder, otra larga espera, otro enfrentamientos entre las aficiones e incluso entre los propios remeros. Yo quería que ganara Hondarribia, pero no quería que ganara así. Al final, los jueces les dieron la razón. Será porque 'legalmente' la tenían.
Los deportistas, los que competimos sabemos cuán-do hemos ganado y cuándo nos han ganado, digan lo que digan las reglas. Los remeros de Hondarribia saben perfectamente que, en el agua, Urdaibai fue mejor. Lo saben en conciencia. La victoria de Urdaibai tal vez no fue 'legal', pero fue 'justa'. El incidente fue insignificante y también sin él hubieran ganado.
La historia dirá que las banderas de 2005 y 2013 las ganó Hondarribia, pero sus remeros, en conciencia, saben que quienes de verdad ganaron fueron Pedreña y Urdaibai.
Decía Groucho Marx: 'El secreto de la vida es la honestidad y el juego limpio, si puedes simular eso, lo has conseguido.' Los ingleses inventaron -y practican- el fair play. Mientras, los vascos -y muy especialmente en algunos deportes- seguimos enfangados en la polémica y el mal perder.
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