Al final del post que publicamos ayer, Mikel Rodríguez nos comentaba su
conversación con Gonzalo Fuentes,
una vez terminada la carrera y lo mucho que este joven atleta/triatleta echó en falta Coca Cola en los avituallamientos.
Vamos hoy con la versión de Gonzalo:
Tras el Maratón de Valencia, comenté con Mikel Rodríguez
que había echado de menos Coca Cola en los avituallamientos. Mikel se
sorprendió y me pidió que le contara más sobre eso.
Más tarde, me paré a pensar y confirmé que en las últimas
carreras a pie que he corrido no había Coca Cola, mientras que en casi todos
los triatlones es una bebida habitual en los avituallamientos.
Como anécdota, le conté a Mikel -y hoy lo comparto con
vosotros- lo que me pasó en el Triatlón de Alpe D’Huez de este año, donde la
Coca Cola me ayudó a revivir en el segmento de la carrera a pie.
Para los que no conozcan esta durísima carrera, se trata
de nadar 2.200 metros en el lago de Verney, correr 120 km en bici, subiendo al mítico Alpe D’Huez, y
terminar con 20 km corriendo a pie por la estación de esquí del mismo nombre, a
1.800 metros de altitud, dando tres vueltas a un circuito salpicado de cuestas.
Este año, después de volver a petar por segundo año
consecutivo en el sector ciclista y subir Alpe D’Huez haciendo eses y soñando
con hacer cumbre sin echar pie a tierra, conseguí coronar a duras penas. Allí
arriba, sólo pensaba en retirarme, pero al entrar en boxes, decidí ponerme las
zapatillas y terminar de la manera más digna posible, pensando que en 2020 tendré
que hacerlo mejor.
Empecé corriendo a un ritmo muy fácil, no quería seguir
sufriendo y nada más llegar al primer avituallamiento me paré a beber Coca Cola
y tomarme un gel. Decidí que iba a beber Coca Cola y agua en cada
avituallamiento porque era lo que el cuerpo me pedía en aquellos momentos. Poco
a poco, fui cogiendo ritmo y dándole la vuelta al pajarón con el que había terminado la subida en bici.
La segunda vuelta la hice más rápido que la primera, con
mejores sensaciones y pendiente de los rivales, de nuevo metido en carrera.
Algunos de los que me precedían empezaban a perder ritmo, mientras que yo me
encontraba cada vez mejor. En cada avituallamiento, trago de Coca Cola, trago de
agua y a seguir.
La última vuelta la disfruté muchísimo, iba como un tiro,
con sensaciones buenísimas, y remontando. Llegué a la meta con pena de que se
acabara la carrera, convencido de que con algunos kilómetros extra habría
ganado algún puesto más. Terminé 20º en un tiempo de 6h:37’:32”.
Todavía no me explico bien cómo pasé de una gran pájara y
ganas de retirarme, a hacer uno de los mejores parciales a pie de todos los
triatletas, pero estoy convencido de que la Coca Cola, con la cafeína y el
azúcar, me ayudó a revivir y poder correr así.
Por eso, desde entonces, en los triatlones, siempre que
hay, suelo beber Coca Cola. Creo que podría haberme venido bien en el Maratón
de Valencia, cuando empezaron a flaquear las fuerzas.
No estoy hablado de une evidencia empírica, ni pretendo
hacerlo, es sólo una percepción, que comparto, entre otros, con Pello Osoro, también triatleta, que
también suele recurrir a la Coca Cola en los momentos duros. En un 10 K o Media
Maratón no es algo que bebería, pero en carreras más largas creo que podría ser
más efectiva incluso que el Powerade, que siempre ponen.
Esto es lo que nos cuenta Gonzalo Fuentes y lo he querido compartir aquí, añadiendo dos
aportaciones. La primera es personal y tiene que ver con mi relación con la Coca
Cola, de la que fui un gran consumidor y que, desde hace años apenas pruebo.
Igual me bebo media docena al año y puede que ni llegue a esa cifra. Sí
recuerdo una experiencia similar a la que nos cuenta Gonzalo.
Hace tres años, un domingo por la mañana, con mi mujer,
salimos de Zumárraga con el objetivo de llegar al santuario de Arantzazu, en lo
que es la segunda etapa del Camino Ignaciano: 21,4 km, en los que hay que superar
el puerto de Biozkornia (1.273 metros de altitud). Hacía mucho frío, se nos
metió el viento, la niebla e incluso alguna gélida llovizna, que nos hizo
desistir de la idea de hacer un alto en el camino para comernos los bocatas que
llevábamos preparados de casa. Tras casi cinco horas, llegamos a Arantzazu, ateridos
de frío, empapados y agotados. Nos metimos en el primer bar que vimos y, antes
de pedir un caldo caliente y atacar nuestros bocadillos, nos bebimos dos Coca
Colas, con la que sentimos algo parecido a una resurrección.
La segunda se la dejo al citado Pello Osoro (en la foto de arriba, de rojo, con Gonzalo), posiblemente el mejor triatleta gipuzkoano y un tipo al que sigo con interés por la frescura con la que cuenta lo que hace. Os invito a leer este post de su blog, que igualmente os recomiendo.
¿Qué dicen los nutricionistas?
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