'La integridad del hombre se mide por su conducta, no por sus profesiones.' (Juvenal)
Warren Buffet, la cuarta fortuna del mundo según la revista Forbes, afirma: 'Cuando contrato personas, busco tres cualidades: integridad, inteligencia y un alto nivel de energía. Pero si no tienes la primera, las otras dos pueden matarte'. Ahora mismo, necesitamos líderes ínte-gros, que nos inspiren y que nos conquisten con su entusiasmo.
Necesitamos pasar de la gestión a la transformación. Como se dice por ahí, estamos asistiendo -¿pasivos?- a un cambio de época, en el que ya no sirven los modelos sociales y de negocio en los que nos hemos apoyado hasta ahora. Para transformarlos, necesitamos el talento, la contribución y el compromiso de todos. Solo cuando participamos y nos sentimos escuchados conectamos de verdad.
Necesitamos, sí, la colaboración de todos. Resulta más inteligente y más práctico centrarse en lo que nos une que en lo que nos separa. Puede que solos vayamos más rápido, pero todos sabemos que juntos llegamos más lejos.
Necesitamos más disciplina, una virtud extraña a los latinos y más presente en la cultura anglosajona, germánica y asiática. Y la disciplina organizativa sólo se alcanza desde la disciplina personal, cultivada por personas concretas que son capaces de de desarrollar hábitos concretos: 'Somos lo que hacemos día a día. De modo que la excelencia no es un acto sino un hábito.' (Aristóteles).
Necesitamos que todo a nuestro alrededor sea más simple, más sencillo, más accesible, más ágil y menos burocrático. A una pre-gunta respecto del sueldo del presidente de AENA, la respuesta del Gobierno es un acertijo para el que hay que hay complicados cál-culos matemáticos. A la pregunta de cuánto costó la estancia de Hugh Jackman en el festival de cine, José Luis Rebordinos contestó: 35.000 €.
Necesitamos mucha más generosidad con los más desfavorecidos. No podemos seguir asistiendo impasibles a tragedias como la ¿última? de Lampedusa. Debemos buscar las causas que impulsan a miles y miles de personas a arriesgar su vida y todo lo que poseen a cambio de un incierto futuro en la vieja Europa. Y atajarlas en su origen: en África.
Necesitamos, en fin, soñar más, porque sólo en los sueños somos libres y porque cada cual es lo que sueña.
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