Y nos dieron las
diez y las once,
Las doce y la una y
las dos y las tres
…
Así comienza la
canción de Joaquín Sabina; y así
titulaba su crónica de la carrera Iñaki
Arrazola, que fue uno de los pocos
testigos de la marca no oficial que hicimos en los 10.000 metros, una
tarde-noche lluviosa, el 3 de abril de 1993, en la que dimos 25 vueltas a la
recién estrenada pista de Anoeta.
Corrimos después de
terminadas las pruebas oficiales, porque los jueces no nos dejaran participar
en la Reunión de Fondo de la Federación Vasca de Atletismo, que se programaba todos los años, al principio de la primavera, una vez terminada la temporada de Cross. Nuestras
marcas de referencia superaban los 35’ y el argumento en el que apoyaron su
decisión es que íbamos a ser doblados por todos los demás atletas, y por
algunos más de una y más de dos veces.
Para que nos
hagamos una idea de cómo han cambiado las cosas en 25 años, tomaron la salida
32 atletas, de los que 5 se retiraron. Los 8 primeros bajaron de 30’ y ganó Diego García (29:13.8) por delante de Joxe Apalantza (29:20.8).
No recuerdo cuántos
nos quedamos fuera, éramos bastantes, pero lo que sí recuerdo es que al menos
tres: Juan Pedro Giraldo, Iñigo Otxoa y yo decidimos correr fuera
de programa. Estábamos en forma, habíamos preparado la prueba y difícilmente
íbamos a tener otra oportunidad como esa.
Era tarde y tuvimos
que convencer al encargado de la instalación para que nos dejara. El objetivo
era bajar de 35’ y contamos con la ayuda de Jon Irazusta, que nos iba marcando el ritmo. Nos dejó en el km 4
(13:59); y a partir de ahí nos fuimos alternando en cabeza, apretamos un
poquito y un último kilómetro en 3:19 nos permitió rebajar de largo nuestro
objetivo, para terminar en 34:37.18, pero esa es otra historia, de la que no
queda más testimonio que nuestra memoria.
Hoy en día no
tenemos a nadie del nivel de Diego
García o Joxe Apalantza, pero sí
muchos atletas capaces de bajar de 35’, 34’, 33’, 32’… Para ellos va la
pregunta: ¿Os animaríais a correr un diez mil en pista?
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