Cuatro horas he estado delante de la tele, viendo la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de Paris 2024, castigada por un fuerte y pertinaz aguacero. Ello no ha impedido que haya disfrutado de un gran espectáculo televisivo.
Respetando las opiniones de quienes piensen que ha sido extraño y demasiado atrevido sacar esa ceremonia de su escenario tradicional, el estadio olímpico, a mí me ha encantado el espectáculo audiovisual, el despliegue de luz, sonido, color, escenarios, artistas, canciones, bailes, coreografías... culminado por la traca final protagonizada por los míticos portadores de los últimos relevos de la antorcha olímpica y el encendido del enorme globo aerostático, que albergará la llama olímpica hasta el 11 de agosto.
¿Puede haber un mejor escenario que Paris?
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