Aprovechando que el ruido mediático se ha trasladado del Vaticano a la Semana Santa de Sevilla y Málaga, de las que, a tenor de lo que nos cuentan en algunos medios, sus protagonistas son personajes como la duquesa de Alba o Antonio Banderas, hago un repaso de lo que me ha quedado, de todo lo que he leído, desde que se hizo pública la renuncia de Benedicto XVI.
Para el que quiera un tratamiento serio, desde una posición próxima a nosotros, os recomiendo el blog de Javier Elzo, que tiene varias entradas sobre el tema.
Para el que quiera un acercamiento desde la posición de un no creyente, tal como él se declara, el artículo publicado por Mario Vargas LLosa en El País, el domingo 24 de febrero, antes de conocer el nombre del nuevo Papa, en el que valora el legado de Ratzinger con frases como: '...haríamos mal en festejar como una victoria del progreso y la libertad el fracaso de Joseph Ratzinger en el trono de San Pedro. Él no sólo representaba la tradición conservadora de la Iglesia, sino, también, su mejor herencia: la de la alta y revolucionaria cultura clásica y renacentista que, no lo olvidemos, la Iglesia preservó y difundió a través de sus conventos, bibliotecas y seminarios, aquella cultura que impregnó al mundo entero con ideas, formas y costumbres que acabaron con la esclavitud y, tomando distancia con Roma, hicieron posibles las nociones de igualdad, solidaridad, derechos humanos, libertad, democracia, e impulsaron decisivamente el desarrollo del pensamiento, del arte, de las letras, y contribuyeron a acabar con la barbarie e impulsar la civilización...' Os invito a leer todo el artículo. Merece la pena.
A Joseph Ratizinger le debemos un enorme trabajo intelectual que concilia la fe con la razón, con hitos como su famoso discurso de Ratisbona; y frases como: 'La razón no se salvará sin la fe, pero la fe sin la razón no será humana'. 'El laicismo se está convirtiendo en una ideología autoritaria e intolerante'. 'No es la ciencia la que redime al hombre. El hombre es redimido por el amor'.
La cultura occidental y muy especialmente la cultura europea bebe de las fuentes del cristianismo y, por ejemplo, la Declaración Universal de los Derechos Humanos sería impensable sin recurrir a esas fuentes.
En Europa asistimos al declive el todas las religiones en general, pero en el contexto mundial el catolicismo es una religión emergente. En los últimos cien años, el catolicismo ha multiplicado por cuatro sus fieles. Si en 1910 eran 290 millones, en 2013 la cifra ronda los 1.200 millones. Por lo tanto, podemos afirmar que el catolicismo es la religión más global y, por lo que llevamos viendo en el último mes y medio, la más medíatica. Dejando a un lado el catolicismo, las otras confesiones cristianas agrupan a 1.000 millones de fieles, repartidos en miles de iglesias distintas.
El islam tiene 1.600 millones de seguidores,
pero divididos en múltiples sectas, tendencias y escuelas; y concentrados en
Oriente Medio, parte de Asia y el norte de África. Y es en el sur de África donde más está creciendo el catolicismo, que a día de hoy, agrupa a 170 millones de creyentes.
En América Latina, cuna del nuevo Papa Francisco, se concentra casi el 40% de los católicos; católicos que, además, son mucho menos pudorosos que nosotros, los europeos, en la exteriorización de su fe. Por quedarnos en el fútbol, Messi se santigua después de cada gol (no para de santiguarse el crack argentino) y Falcao hace pública su fe siempre que tiene oportunidad.
Un Papa que ha traído la esperanza de cambio a la iglesias católica y que parece orientar su apostolado hacia los más pobres y desfavorecidos, en una práctica cristiana de la caridad. Tarea que deberá desarrollar manteniendo la unidad de esa misma iglesia católica, clave de su pervivencia durante dos mil años y de su crecimiento en el último siglo. Un crecimiento que apunta, todavía tímidamente, a la India y a China, donde ser católico resulta contrario a la doctrina oficial del régimen y está perseguido.
Puede que en los primeros gestos del Papa Francisco esté la esencia de una frase que circula por la red, de otro argentino, Jonathan Moldú, de quien no he encontrado otra referencia que su cuenta de twitter: 'Las personas fueron creadas para ser amadas, y las cosas fueron creadas para ser usadas. La razón por la que el mundo está en caos es porque las cosas están siendo amadas y las personas están siendo usadas'.
En América Latina, cuna del nuevo Papa Francisco, se concentra casi el 40% de los católicos; católicos que, además, son mucho menos pudorosos que nosotros, los europeos, en la exteriorización de su fe. Por quedarnos en el fútbol, Messi se santigua después de cada gol (no para de santiguarse el crack argentino) y Falcao hace pública su fe siempre que tiene oportunidad.
Un Papa que ha traído la esperanza de cambio a la iglesias católica y que parece orientar su apostolado hacia los más pobres y desfavorecidos, en una práctica cristiana de la caridad. Tarea que deberá desarrollar manteniendo la unidad de esa misma iglesia católica, clave de su pervivencia durante dos mil años y de su crecimiento en el último siglo. Un crecimiento que apunta, todavía tímidamente, a la India y a China, donde ser católico resulta contrario a la doctrina oficial del régimen y está perseguido.
Puede que en los primeros gestos del Papa Francisco esté la esencia de una frase que circula por la red, de otro argentino, Jonathan Moldú, de quien no he encontrado otra referencia que su cuenta de twitter: 'Las personas fueron creadas para ser amadas, y las cosas fueron creadas para ser usadas. La razón por la que el mundo está en caos es porque las cosas están siendo amadas y las personas están siendo usadas'.
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