Por
mucho que Rajoy siga instalado en la inacción, lo mismo que el resto de los
partidos de ámbito estatal (PSOE, UPyD, IU o como se llame ahora), lo que
comenzó con la decisión de recurrir el Estatut, sin medir las consecuencias de
aquel paso, está desem-bocando en una marea humana que puede ser incontenible.
La mayoría silenciosa a
la que apela el Gobierno, entre la indiferencia y el desprecio (¡Bah! no
fueron tantos) no le va a solucionar un problema que está a punto de
estallarle entre las manos. Lo de la independencia de Catalunya va
en serio. Y el tiempo corre contra los que queremos seguir en la misma casa que
los catalanes.
Tengo la suerte de gozar de
la amistad de catalanes que van desde la devoción a Jordi Pujol y a la virgen de
Montserrat (no sé a quién quieren más), pasando por alguno que podría encajar en
la 'gauche divine' de los 70, y terminando por otros que tienen
dificultades para expresarse en catalán y que nunca han votado a CiU o a
Esquerra Republicana. Pues bien, he hablado con todos ellos y todos quieren la
independencia. Y no me refiero a personas radicales, extremistas o marginales.
Todos forman parte de lo que podemos calificar como 'sociedad instalada', están
más cerca de los 60 que de los 50 años... y están hartos.
Vista
la respuesta a la cadena humana de ayer de la 'caverna mediática' que le hace
los coros a la derecha más rancia, estoy seguro de que el número de
independentistas seguirá creciendo. No digamos nada de la incalificable
actuación de los neonazis en Madrid. Solo 'boutades' como la
protagonizada ayer en Vinarós por Lluis Lach y Carod Rovira -que también tienen
su público- convenientemente aireadas por el telediario y por El Mundo, ponen la
nota discordante en un movimiento cívico capaz de movilizar a cientos de miles
de ciudadanos, perfectamente sincronizados.
Y yo
me pregunto: ¿quién está detrás del movimiento independentista de Cata-lunya?. No
es Artur Mas, un político con perfil de gestor administrativo, que lleva más de
un año desbordado por los acontecimientos. Tampoco el líder de Esquerra
Republicana, Oriol Junqueras, parece tener peso específico suficiente. Sí que
conozco a una persona muy capaz -y que es dueño de su tiempo- que lleva años
dedicado a ese objetivo. Y seguro que hay muchas personas más como él. Yo creo
que, en la sombra, alguien ha estado esperando durante mucho tiempo, pacientemente, que llegue la oportunidad.
Y los
catalanes que quieren ser independientes tienen una buena oportunidad. Tienen
una capital, Barcelona, que está en el mapa. Una ciudad global, por su
importancia cultural, financiera, comercial y turística; conocida en todos los
confines del mundo por su equipo de fútbol. Están construyendo una 'marca' en
oposición a todo lo que oscurece la 'marca España', en caída libre. Están
consiguiendo despertar la atención del resto del mundo. Y lo están haciendo de
forma pacífica, mientras desde Madrid no se hace nada para recuperar a una
comunidad que se va, salvo ondear la Ley y la Constitución.
El
sábado, en la radio, escuché una entrevista a Javier Gómez Navarro, Secretario
de Estado para el Deporte entre 1987 y 1993 (en la época de los JJ OO de
Barcelona) y después ministro de Comercio. Le preguntaban por la fallida
candidatura de Madrid 2020 y por su relación con Juan Antonio Samaranch,
entonces presidente del COI. Alguno de los tertulianos, por xirikar, le
refirió el pasado político de Samaranch. Gómez Navarro le contestó que Samaranch
era un hombre pragmático, sin ideología, un hombre de proyectos y de poder, que
lo mismo que progresó en la España de Franco, hubiera progresado en la Rusia de
Brézhnev donde, por cierto, fue embajador.
Pues bien, ese seny, ese pragmatismo de los catalanes les está llevando a buscar una solución muy simple: la independencia, a un problema muy complejo: el rediseño del Estado español, eternamente aplazado. Y los de Marketing siempre han subrayado el poder de lo simple.
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