martes, 7 de agosto de 2018

13 de julio. Rebajas en Zara

Retomamos el relato donde lo dejamos el 22 de julio: Viernes 13. Sanfermines.

Era él, sin duda. Ahora entendía la falta de respuesta a los whatsapps que le había puesto a lo largo de la mañana, tras el último que le había mandado Aitor, a las 23:55 del jueves 12 de julio, cuando ella estaba ya acostada y que decía: ‘Menudas golfas están hechas tus amigas’. 

Miró discretamente a sus padres, que no se habían fijado en la identidad del detenido, parcialmente oculta por una camiseta sucia. Su padre dormitaba y su madre hojeaba las páginas de cultura del periódico.

El teléfono móvil empezó a sonar, anunciando la entrada de tres whatsapps en menos de un minuto, que despertaron a su padre y pusieron una mueca de disgusto en la cara de su madre. Se disculpó y corrió a su habitación. Eran las 15:45 y entraba a trabajar a las 16:00. Viernes a la tarde y rebajas, le esperaban unas horas duras y no se podía distraer con el morbo que destilaban los tres mensajes de tres amigas distintas: ¿Sabes lo de Aitor? ¿Has visto la tele? Ya te decía yo que era un canalla. Nada más dejarlo en silencio, vio cómo entraba un nuevo whatsapp. Era de la responsable de la tienda de Zara de Donostia: Estoy para lo que quieras, Ane. En cuanto llegues, sube a verme. No llevaba ningún emoticono con besos, como los que siempre le mandaba Sandra.

Mientras salía de casa, fue consciente de que la noticia se expandía sin control y que tenía que tomar la iniciativa, pero ¿cómo? Ya en la calle, marcó el teléfono de casa, que cogió su padre, tan despistado como de costumbre.

¿Qué se te ha olvidado hija?
Aita ¿Vas esta tarde a la Notaría?
Sí, tengo una firma a las cuadro y media ¿Te llevo algo?
No, no. Pasa antes por la tienda y búscame en la segunda planta.
¡Qué misterio! ¿Le digo algo a Patricia?
Sí, dile a la ama que me llame en una hora.

Y colgó. Sus padres se iban a enterar de un modo u otro, así que mejor contárselo. Y mejor hacerlo por separado. Su padre, con quien tenía una gran complicidad, era un hombre tranquilo, prudente y discreto, que le escucharía. Su madre, con la que vivía en una montaña rusa de emociones, no perdería la oportunidad de recordarle lo que debía hacer. No podía esperar a la noche y era mejor decírselo por separado, para evitar que su padre saliera trasquilado de la bronca que tendría ya preparada su madre, no al menos con ella de testigo.

Para confirmar que se trataba de Aitor, marcó el número de Iker, que le acompañaba en la juerga de San Fermín. Contra el carácter expansivo de Aitor, Iker, también nadador y poco más, presentaba un perfil mucho más bajo. Estaban siempre juntos e incluso les acompañaba muchas veces cuando iban al cine, a un concierto o salían a dar una vuelta. No le conocía ninguna novia, aunque tenía mucho éxito con las chicas, especialmente las más jovencitas. A diferencia de Aitor, tenía cara de buen chico y un look solo aparentemente desaliñado, que cuidaba con mimo. Siempre le había parecido un queda bien y, por lo tanto, poco de fiar, pero no vio alternativa. Tras dos llamadas infructuosas, recibió un whatsapp: Lo siento. No puedo hablar contigo. Y cuatro emoticonos pidiendo perdón.

Se maldijo por haber hecho esas dos llamadas, que les ponían en evidencia a los dos, y subió directa al despacho de Sandra.


No hay comentarios:

Publicar un comentario