martes, 12 de marzo de 2013

Fumata blanca



Nuestro cónclave empezo en Córdoba, a mediados de octubre de 2012. Nunca pisamos la Capilla Sixtina. Ni siquiera llegamos a visitar la Mezquita corbodesa, cerrada a la hora a la que me acerqué por allí. Tampoco había entre nosotros ningún cardenal, salvo que tengamos en cuenta los golpes que nos ha ido dando la vida, de los que, algunos, todavía, conservamos evidencias.

Al llegar aquí, amable lector, ya te habrás dado cuenta de que no estoy hablando del tema que, sorprendentemente, acapara la atención de una sociedad que se confiesa laica.
Preguntas que nos hacemos con
cada proyecto

La fumata blanca, nuestra fumata blanca, se produjo el domingo 10 de marzo, hacia las 14:00 horas, cuando dimos carpetazo el Proyecto Gran Capitán. El secreto profesional, recogido en nuestro código deontológico, me impide entrar en detalles de tan complejo proyecto, que me va a servir de base para escribir un post genérico al respecto de las cosas que suelen pasar cuando nos enfrentamos a un proyecto de final incierto, en el que la fumata blanca no está garantizada.

Seguro que muchos de vosotros, en términos coloquiales y/o caricaturescos, habéis oído hablar de lo que en la literatura especializada se conoce como el ciclo de vida de un proyecto accidentado:
  1. Inicio del proyecto.
  2. Gran entusiasmo.
  3. Desilusión.
  4. Caos.
  5. Búsqueda de culpables.
  6. Castigo a los inocentes.
  7. Conclusión del proyecto.
  8. Promoción a los no participantes.
Cuando nos juntamos más de 30 personas, que procedemos de 4 organizaciones distintas, que no nos conocíamos antes o que nos conocíamos mucho ('no hay nada peor que conocerse' solía decir un compañero ya jubilado con bastante mala leche) el riesgo de que pasen estas cosas crece exponencialmente. Ahora que hemos terminado, todos los que veían los toros desde la barrera nos confiesan que no daban un duro porque saliéramos ilesos.

Porque hasta el punto cuatro cumplimos el guión a rajatabla. Mucho entusiasmo al principio (algunos apostaban por terminar en un par de meses), los primeros tropezones (que nos convencen de que es imposible terminar en 2012) y, poco a poco, una bola de nieve, que estalla el día de San Sebastián.

Por fortuna, nos paramos ahí. En vez de buscar culpables, buscamos soluciones. En vez de castigar a los inocentes, les escuchamos, les reconocimos su trabajo y les dimos apoyo. Y los no participantes siguen donde estaban y hemos conseguido que no estorben.

Por fortuna -y no diré nombres, por seguir manteniendo el secreto profesional, pero espero que cada cual se reconozca- hemos contado con dos chicas maravillosas, una en Madrid y otra en Bilbao, jóvenes, dinámicas, con criterio, con mucho criterio, con carácter, con sentimientos, incansables, que me hacen tener fe en el futuro. Además, me atrevería a decir que entre ellas ha nacido una amistad/complicidad que seguro que les ayuda en sus carreras profesionales.

Por fortuna, he confirmado que aquellos que conocía bien son magníficos profesionales, capaces de aportar toda su experiencia, todo su conocimiento, todo su gusto por el trabajo bien hecho y toda su capacidad para sortear las situaciones más complejas. Ingeniero viene de ingenio ¿verdad?

Por fortuna, a mis 57 años, he tenido la oportunidad de encontrarme con alguien que trabaja más horas que yo, que es más optimista y más positivo que yo, que tiene más motor que yo, que aguanta más que yo, que tiene mejor estilo que yo y que me ha puesto las pilas. Porque yo admito con facilidad que haya alguien más listo, pero ya me cuesta más asumir que trabaje más ¿eh? Aunque sea más joven. ¡Ojalá! tenga la suerte de volver a encontrarme con él, porque a mí me va la marcha. Eskerrik asko! 

Por fortuna, he podido delegar en dos compañeros, que han sido mi salvación y fundamentales en que 25 personas, en Madrid, hayan trabajado sin descanso durante meses, incluyendo largos fines de semana, en medio de un envidiable ambiente de trabajo. Los dos han demostrado que pueden funcionar igual, de bien, la sobriedad castellana o el gracejo andaluz, si van acompañados de la integridad, el compromiso y el ejemplo personal.

Por fortuna, hemos contado con un EQUIPO de verdad, con mayúsculas de verdad, que ha demostrado, una vez más, aquello de que un equipo es mucho más que la suma de sus componentes. Cada uno con su estilo, cada uno con sus conocimientos, habilidades y competencias, cada uno con su origen, cada uno con sus circunstancias, han tenido claro el objetivo y se han lanzado a por él. Con cualquiera de ellos, volvería a trabajar con los ojos cerrados. Y con todos juntos me iría al fin del mundo. De verdad.

Y, por fortuna, nuestro jefe ha sido un líder. Nos ha dicho con claridad cuál era el objetivo y qué esperaba de cada uno de nosotros. Nos ha dado apoyo, sin buscar culpables cuando salía fumata negra; y reconocimiento cada vez que acertábamos e íbamos abriendo camino, a machetazos, en medio de la selva. Nos ha seguido, sin que nos sintiéramos perseguidos. Nos ha escuchado. Nos ha sugerido, sin imponerlas, ideas que nos han alumbrado desde su visión, más elevada que la nuestra. Para mí, ha sido una suerte volver a trabajar con él.

Bueno, voy terminando y lo hago con esta cita anónima: 'El optimista tiene siempre un proyecto; el pesimista, una excusa'. Como yo presumo de ser optimista, espero ansioso mi siguiente proyecto.

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