Recuerdo 
un curso de comunicación al que me apunté hace unos 20 años. Recuerdo el mal 
momento que pasé la primera vez que salí delante de mis compañeros del curso 
para hacer una presentación. Recuerdo lo mal que lo hice y el silencio que se 
produjo cuando quien impartía ese curso les pidió: ‘Decidle a Gabriel lo que 
ha hecho bien.’ Todos me vieron rascarme, atascarme, repetir algunos 
remoquetes, meterme las manos en los bolsillos, hurtarles la mirada y mil 
defectos más, tan evidentes. Algo haría bien –supongo- pero nadie se fijó en 
ello.
¿Ya?
Hasta 
los miembros del mejor equipo, uno a uno, tienen defectos. Todos los tenemos. La 
manifestación y la exposición pública de esos defectos genera tensión, confusión 
y mal rollo. Sin embargo, si como Andres Viu (el 
catalán casi octagenario que nos dio aquel curso), 
trabajamos con nuestras cualidades, buscando lo mejor de cada uno, la diversidad 
y la complementariedad, podemos construir un gran equipo, como el capitán Jack 
Aubrey, del que hablábamos el domingo en el post Master and Comander. Uno a uno, los tripulantes del Surprise, empezando por el propio capitán, tenían defectos, 
algunos muy evidentes. Sin embargo, como equipo, eran invencibles. 
 
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