Más adelante, al final de la página 11, podemos leer: 'Esta Iglesias con la que debemos sentir es la casa de todos, no una capillita en la que cabe solo un grupito de personas selectas. No podemos reducir el seno de la Iglesia universal a un nido protector de nuestra mediocridad. Y la Iglesia es Madre. La Iglesia es fecunda, debe serlo. Mire, cuando percibo comportamientos negativos en ministros de la Iglesia o en consagrados o consagradas, lo primero que se me ocurre es: 'un solterón'. 'una solterona'. No son ni padres ni madres. No han sido capaces de dar vida. Y sin embargo cuando, por ejemplo, leo la vida de los misioneros que fueron a la Patagonia, leo una historia de vida y de fecundidad'.
Inmediatamente antes de lo que dijo respecto del aborto o los homosexuales -carnaza que ha acaparado los titulares de los medios- esta hermosa frase con la que expresa su visión de las prioridades de la Iglesia: 'Veo con claridad que lo que la Iglesia necesita con mayor urgencia hoy es una capacidad de curar heridas y dar calor a los corazones de los fieles, cercanía, proximidad. Veo a la Iglesia como un hospital de campaña tras una batalla. ¡Qué inútil es preguntarle a un herido si tiene altos el colesterol o el azúcar!. Hay que curarle las heridas. Ya hablaremos luego del resto. Curar heridas, curar heridas. Y hay que comenzar por lo más elemental'.
Dejo para mañana la última parte de la entrevista, en la que habla de certezas y errores, de la esperanza, y de fronteras y laboratorios, una bella metáfora para explicar su idea del papel de la iglesia en estos tiempos.
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