jueves, 3 de agosto de 2017

Anxo

Unidad Central Operativa de la Guardia Civil
Había pasado un día aburrido. Le dio pereza acompañar a Mario en su salida con la bici y hasta que Pepe y Moncho abrieron los ojos, con una resaca de campeonato, se entretuvo bajando a la playa de Sanxenxo, leyendo un rato, haciendo la compra, improvisando un wod de crossfit en el jardín, y preparando la comida. Poco se lo agradecieron sus amigos, que le afearon que no les hubiera acompañado en la juerga de la víspera.

Ilnur Zakarin
Después de comer, tarde, la etapa montañosa del Tour entre Berna y Finhault-Emosson no cumplió las expectativas, por el dominio de Froome, que distanció más a sus rivales, mientras que la etapa se la adjudicaba el ruso Zakarin.

Sin noticias de Mario, después de adecentarse, acompañó a sus amigos a Sanxenxo, donde siguió el aburrimiento, aunque no faltaron las bromas derivadas de las conversaciones que cada uno de los tres mantenía con su móvil y que iban compartiendo.

Decidieron picar algo y subir después a la casa rural donde estaban alojados, ver alguna serie y recuperarse de los excesos de la víspera, siempre que no surgiera algún plan alternativo. Tampoco les sobraba el dinero, así que a las diez y media ya estaban en el coche, conducido por Anxo, que les devolvió sanos, salvos y relativamente sobrios.
Sanxenxo
Mientras decidían qué serie ver, Anxo marcó el teléfono de Mario, sin obtener respuesta. Le extrañaba no tener noticias suyas. Le puso un whatsapp: ¿Dónde andas?

No descartaba que Mario hubiera vuelto a Pontevedra, pero le extrañaba que no le hubiera dicho o escrito nada. Llevaban una semana juntos y tenía el pálpito de que su amigo, el más extrovertido de los cuatro, estaba como en su mundo, ajeno a las bromas de los demás y con una sonrisa bobalicona que le afloraba por momentos.

A las 23:10 entró el whatsapp de Mario: Anxo, campeón ¿te puedo llamar?

Igual que él, Mario prefería hablar antes que hacer crecer la bola de nieve de una sucesión de frases cortas, sin la riqueza de la palabra y el tono de una conversación, aunque fuera telefónica. Le contestó con un emoticono y esperó la llamada.

A mí la Guardia Civil.
¡Serás cabronazo1 ¿Dónde coño te has metido?
Caliente, caliente. ¿Cómo llevas la resaca de esos dos? 
Ahí los tengo, tirados en el sofá, viendo la mierda esa de Juego de Tronos. Mira que les gusta la casquería ¿eh? ¿Y tú qué?
El deber me llama. Mi abuelo, es decir, mi jefe, me requiere mañana a primera hora y tengo que empollarme un dossier que me ha mandado para no aparecer en bragas. Y hasta ahí puedo contar.
¡Joder! ¿Se acabaron las vacaciones?
Me da que por unos días, sí. ¿Qué planes tenéis?
Estos no sé. Yo tengo que estar en Madrid el 26 de julio y antes me quiero pasar unos días por el pueblo. Mañana, tengo idea de coger la bici y darme una buena paliza. Anuncian buen tiempo y lo voy a aprovechar. Espero convencerles de que me acompañen. ¿Qué hacemos con tus cosas?
Recógelas tú y me paso por Caldas esta semana. ¿Vale?
Vale, picapleitos. Llámame mañana.
Un millón de gracias, picoleto. Hablamos.

Balneario de Caldas de Reis
Y colgó el teléfono, antes de escuchar la réplica de su mejor amigo, a quien conoció estudiando en la Universidad de Deusto. Hijo de guardia civil, Anxo Besteiro, natural de Caldas de Reis, donde ejercía su padre como comandante del puesto, sorprendió a todos cuando, recién licenciado, se presentó a las pruebas para acceder a la Escala Facultativa Superior de la Guardia Civil. Tras pasar la preceptiva formación militar en Zaragoza, continuó en Madrid. Gracias a su brillante expediente académico y a los contactos de su padre, terminó en la Unidad Central Operativa (U.C.O) de la Policía Judicial, en la que llevaba trabajando desde enero.

Atando cabos, conociendo a los clientes del abuelo de Mario y el asunto en el que estaba trabajando, pensó que esa amistad podría conocer una nueva vertiente: la profesional. 

No sabía hasta dónde estaba en lo cierto y hasta dónde se equivocaba.

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