domingo, 14 de julio de 2013

Sefarad

El 6 de junio dedicaba un post a Antonio Muñoz Molina con ocasión de la concesión del Premio Príncipe de Asturias de la Letras por 'una obra que asume admirablemente la condición del intelectual comprometido con su tiempo'. Confesaba en ese post que tenía pendiente de leer Sefarad, publicada en 2001. 

Pues bien, Sefarad ha caído en el viaje a Madrid de esta semana, haciendo buenos los dos retrasos padecidos en el tren, tanto a la ida como a la vuelta, invertidos en la apasionante lectura de las dos decenas de historias que nos cuenta a lo largo de las 500 páginas de la novela, algunas de ellas ligadas en un espacio-tiempo que atrapa al lector.

Como dice AMM en la 'Nota de lecturas' al final del libro: 'He inventado muy poco en las historias y las voces que se cruzan en este libro. Algunas la he escuchado contar y llevaban mucho tiempo en mi memoria. Otras las he encontrado en los libros'. Y añade una amplia bibliografía en varios idiomas.

¿Habrá alguien mirando la cara de
esta niña, alguien que advierta o
reconozca en sus ojos oscuros la
melancolía de un largo destierro?
Como lector y seguidor de AMM, me atrevo a añadir que esas historias se enriquecen con la prosa, precisa, fluida, documentada, escrita a dos manos con el corazón y con el alma, que, a mí, me cautiva desde la primera hasta la última línea.

Precisa de un cierto estado de ánimo y, tal vez, de una cierta madurez, para disfrutar de historias de desarraigo, destierro, resignación y supervivencia. 

A los que piensan que es una novela fatalista, que nos habla de un horizonte de paz y seguridad que nunca volveremos a pisar, les diría que es un novela que nos avisa de la fragilidad de la condición humana, capaz de los comportamientos más abjectos; y nos invita a evitarlos, a disfrutar de nuestra familia, nuestros amigos y nuestro entorno, sumando lo que nos hace diferentes para hacernos mejores.

Leedla y reflexionad.

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