En mi post de
ayer, os decía que no me importa cambiar de opinión y dejarme influir por otras
personas y otra ideas, si argumentan de forma consistente, manteniéndome fiel a algunos principios y/o
virtudes que procuro practicar –siendo consciente de que no siempre lo consigo-
con el objetivo de ser mejor persona y contribuir así a mi felicidad y a la
felicidad de los que me rodean.
Los que hemos
nacido y vivimos en la cultura occidental tenemos como referencia lo que la
tradición cristiana ha denominado las cuatro virtudes cardinales:
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Prudencia: Actuar de forma justa, adecuada y con cautela. Comunicar-se con los demás por medio de un lenguaje claro, literal, caute-loso y adecuado; así como actuar respe-tando los sentimientos, la vida y las libertades de los demás.
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Justicia: Dar al prójimo lo que es debido, con equidad respecto a los individuos y al bien común.
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Fortaleza: Vencer el temor y huir de la temeridad. Ser firme en las dificultades y constante en la búsqueda del bien.
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Templanza: Regular la atracción por los placeres y procurar el equilibrio en el uso y disfrute de los bienes, asegurando el dominio de la voluntad sobre los instintos.
Los que hemos
sido educados en la religión católica conocemos las virtudes que la iglesia
propone frente a los 7 pecados capitales:
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Contra la soberbia, humildad.
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Contra la avaricia, generosidad.
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Contra la lujuria, castidad.
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Contra la ira, paciencia.
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Contra la gula, templanza.
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Contra la envidia, caridad.
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Contra la pereza, diligencia.
Creo que
son una buena receta para vivir en sociedad.
Son célebres las
13 virtudes que se esforzaba por practicar Benjamin Franklin, algunas de las
cuales ya hemos citado:
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Templanza.
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Silencio: Sólo habla lo que pueda beneficiar a otros o a ti mismo, y evita las conversaciones insignificantes.
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Orden: Un sitio para cada cosa y un momento para cada asunto.
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Determinación: Haz lo que tengas que hacer y cumple tus compromisos.
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Austeridad/Frugalidad: Gasta sólo en lo que traiga un bien para otros o para ti.
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Diligencia: Ocúpate siempre en algo útil. No pierdas el tiempo.
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Sinceridad: No uses engaños que puedan lastimar. Sé consecuente.
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Justicia.
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Moderación: Evita los extremos.
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Limpieza: En el cuerpo, vestido, habitación…
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Tranquilidad: Mantén la calma sin molestarte por nimiedades, accidentes comunes o inevitables.
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Castidad: Practicar el sexo de forma saludable, nunca por debilidad o para poner en cuestión la reputación propia o de otra persona.
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Humildad
Ayer os hablada de
las cuatro Hs. Observaréis que, una vez más, sale la humildad:
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Humildad.
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Humanidad.
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Honradez.
-
Humor.
Y terminaría con
una virtud muy prosaica, que alguien definió como la cortesía de los dioses: la
puntualidad.
Soy consciente de
mis imperfecciones y de que no cumplo con todos estos principios y virtudes.
Cualquiera de vosotros podrá decir que he tenido comportamientos que los han
incumplido. Seguro que sí y seguro que los seguiré teniendo porque ya sé que no
soy perfecto.
Sin
embargo, son esos principios los que me guían y los que procuro sinceramente
cumplir, aunque no siempre lo consiga y aunque algunos vayan contracorriente de esta
sociedad anestesiada por anti-valores que desmovilizan a las personas: la telebasura, la morbosa información deportiva, el hedonismo, el
consumismo... que hacen buena la famosa cita de Groucho Marx: ‘Estos son mis
principios. Si no le gustan, tengo otros’.
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