| Entrada de la calle Azkuene | 
Conocíamos a todo el barrio, y todo el barrio sabía que podía confiar en 
nosotros para gestionar sus ahorros. Estábamos al lado de los comercios 
y empezábamos a financiar a las pymes. Los préstamos se pedían casi a escondidas 
(yo me enteré que mis padres tenían un préstamo hipotecario para financiar la 
compra del piso, donde vivíamos desde hacía 8 años, en el momento en el que entre 
a trabajar en la Caja); y aunque los tipos de interés eran altos, casi todos se pagaban 
antes de su vencimiento. La inflación, en ese caso, 
ayudaba. 
La 'Oficina' se percibía como un motor para el crecimiento del barrio, un centro de negocios de andar 
por casa, que hacía posible que muchos otros negocios mejoraran la vida de la 
gente. Se captaban recursos a un precio rezonable, con productos poco 
sofisticados, que podías explicar a un niño de 10 años. Y esos recursos se 
destinaban a financiar la compra de viviendas o locales comerciales, reformas en 
casa, coches, circulante para los comercios y las pymes, instalaciones... Se 
valoraba la capacidad de ahorro, la solvencia y la 'moralidad' de las personas y 
nunca se financiaba más allá de un procentaje razonable del total de la 
inversión; nunca se llegaba al 100% y rara vez al 80%.  
Poco 
a poco, fuimos cambiando. La informática nos ayudó muchísimo. Ya no teníamos que 
memorizar tantos números de cuenta. Los cajeros automáticos, primero, internet, 
más tarde, nos  permitieron disminuir el 
trabajo más rutinario y repetitivo de las oficinas. Los clientes podían operar 
con nosotros 24 horas al día, 365 días al año. ¡Qué bien!. ¡Teníamos más tiempo 
para atenderles mejor!
Empezamos a dar más importancia al marketing, a hacer 
encuestas, a preocuparnos por la calidad. Diseñamos sofistacadas herramientas de 
análisis y empezamos a comercializar productos financieros que no podías 
explicar a un niño de 10 años y mucho menos a sus abuelos, que los seguían 
contratando porque se fiaban de nosotros. Los 
tipos de interés bajaron muchísimo y nos metimos en inversiones de más 
riesgo, en vez 'poner el pie allá donde pisa del buey' y 'no poner 
todos los huevos en la misma cesta', como decía un director financiero, 
jubilado hace muchos años.
Y así, nos despertamos un día, teniendo que dotar (echar a pérdidas en román paladino) esa faraónicas inversiones y, lo que es mucho más grave, empezando a notar que nuestros clientes, aquellos niños de 10 años, que ya tenían 30 ó 40 y que lo estaban pasando mal por la crisis, la falta de trabajo, la caída de las ventas... ya no confiaban en nosotros como confiaban sus padres o sus abuelos. ¡Y menos mal que nosotros no vendíamos preferentes!
Y ¡claro! en este clima social no es extrano que a los bancarios, a los 
profesionales de la banca, a los que todavía no nos han prejubilado o nos 
han  aplicado un ERE (el sector financiero 
está sufriendo una durísima reconversión), nos confundan con los banqueros. A 
nosotros, que nos hemos sentido útiles, que hemos empatizado con nuestros 
clientes, que hemos contribuido a hacer realidad sus sueños: casarse, formar un 
hogar, emprender un negocio, disfrutar de una mayor calidad de vida y hasta de algún capricho... y que hemos disfrutado con 
ello.
Me gustaría pensar esto se puede remediar. Que las 
personas pueden volver a confiar en la personas. Que conseguir una rentabilidad 
exagerada es menos importante que tener garantizada la seguridad de nuestros 
ahorros. Que no parece muy razonable pedir un préstamo para irse de vacaciones a 
Punta Cana o para pagar la comunión de la niña. Que las inversiones 
especulativas están reñidas con aquellas que impulsan proyectos y empresas, 
viables, solventes y rentables, con un impacto positivo en la sociedad y el 
medio ambiente. Que no es 
lo mismo que los beneficios de un banco vayan a las cuentas que sus altos 
directivos pueden tener en paraisos fiscales a que, gracias a esos 
beneficios, podamos disfrutar de una mejor asistencia socio-sanitaria, impulsar 
la investigación y la innovación o fomentar la 
cultura.
Kutxabank ayuda a los afectados en Bermeo
El 
pasado 11 de abril, un 
incendio en el casco viejo de Bermeo provocó el derrumbe de cinco edificios y 
daños a otros inmuebles de los alrededores. Se estima que unas 70 personas han 
tenido que ser realojadas al no poder volver a sus 
casas.
Siendo fiel al compromiso con 
nuestros clientes, Kutxabank ha adoptado medidas financieras concretas para 
apoyar a las familias clientes afectadas por este devastador incendio.
Los empleados de las 
tres oficinas ubicadas en el municipio de Bermeo, conjuntamente con la 
dirección de zona Durango-Gernika, el área de Marketing y Kutxabank 
Seguros, han trabajado 
en equipo para ofrecer a nuestros clientes estas medidas de apoyo. Un total de 
16 familias se han podido beneficiar de ellas.
En este proceso, ha sido muy 
importante el apoyo recibido por el equipo de técnicos de Kutxabank Seguros, que 
desde el pasado viernes se han desplazado a Bermeo para asesorar más 
directamente en todas las gestiones con los clientes, continuando con dicha 
labor a fecha de hoy.
La acogida entre las 
familias clientes afectadas ha sido extraordinaria. Valoran el esfuerzo de 
Kutxabank al estar a su lado, con este apoyo financiero y con la atención 
profesional recibida por todas las personas de Kutxabank que se han visto 
implicadas en las distintas acciones que se han puesto en marcha. 
Noticias como esta me hacen pensar que estamos en el buen camino 
porque, como decía Oliver Wendell Holmes: 'Lo que haces habla tan alto que 
no me deja escuchar lo que dices'.
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