Iñigo Atorrasagasti es
un recién estrenado maratoniano. 39 años, padre de dos hijos y casado con Leyre. Estudió en el Lizeo Santo Tomas, fue remero en Arraun Lagunak. Muy
futbolero. Seguidor y socio de la Real.
Durante 14 años ha sido entrenador de equipos de chicas y chicos, desde
playeros a juveniles, pasión que tuvo que dejar por las exigencias profesionales.
Ha trabajado en el patrocinio deportivo en empresas punteras de Gipuzkoa y
actualmente es el gerente de un pequeño grupo de empresas familiares de
Soraluze.
No tengo el gusto de conocerle. Como yo, es un ávido lector.
Seguro que por eso escribe tan bien y cuenta tan maravillosamente su primer
maratón. Es un relato largo y os ruego que lo leáis hasta el final. Merece la
pena.
Mi historia empieza en febrero de este año cuando una mañana, con malestar general, la cuarta bronquitis aguda desde octubre, innumerables pruebas médicas con neumólogos y alergólogos y tras una mirada al espejo, mi cabeza dijo BASTA.
Jon eta Iñigo Atorrasagasti |
Mi cuerpo ya me había lanzado mensajes en la clásica de 15 km de unas semanas antes, pero no quise escucharlo... y caí. Tras consultarlo con un especialista, el diagnóstico era claro: síndrome del sobreentrenamiento. A partir de aquí, hundimiento físico y, sobre todo mental, con un bloqueo total hacia cualquier actividad física, la ansiedad llevándome a engullir hasta límites insospechados y los kilos amontonándose por todo mi cuerpo.
Volviendo al comienzo de la historia, me encontré, a primeros de febrero, en una situación física y mental lamentable, con más de 85 kilos para mis escasos 1'70. Nunca he tenido aptitudes físicas para el deporte ya que, añadidas a una constitución "ancha", sufro de asma, migrañas, alguna dolencia estomacal crónica y ambas rodillas dañadas. Pero el deporte siempre me ha gustado, me ha apasionado y me he esforzado al máximo. Siempre.
42,195 km de amistad para toda la vida |
Empecé por replantear mis hábitos alimenticios y, lo más importante, por la decisión más importante de este 2016. Despertarme todas las mañanas (o casi) a las 5:45-6:00 para salir a correr.
Los primeros días fueron muy duros, corriendo apenas 6-7 kilómetros, en algunos casos, por encima de 7 minutos de media. Pero poco a poco las marcas comenzaron a mejorar y, sobre todo, al margen de la mejora física, mi cabeza estaba mejor. Mucho mejor. Y observé que ello afectaba muy positivamente al resto de mis actividades familiares, laborales y sociales. Creé un grupo de whatsapp al que fui añadiendo a mis amigos que también corren y en donde hablamos de nuestros entrenamientos, objetivos y motivaciones.
En mi cabeza, como objetivo, la B/SS 2016 y como utopía, la Maratón, que ya empezaba a rondar mi cabeza.
Y llegó un día, en abril, en el que, por motivos laborales, me encontraba en Madrid y mi tío, socio y abonado del Real Madrid, me invitó a ver el partido de vuelta de las semifinales de la Champions League entre el Real Madrid y el Manchester City. En el trayecto hacia al campo, en el coche, vino a mi cabeza una foto que he visto desde niño en casa de mi tío. Una foto suya de hace 30 años, cruzando la meta del MAPOMA (Maratón Popular de Madrid) en 2:57. Así que empezamos a hablar de correr, de la B/SS... y de la Maratón. Hubo un momento en que me miró y me dijo: si la preparas bien, puedes hacerlo. Noté la determinación en su mirada que, de alguna manera, me traspasó a mí. Así que, desde ese momento, y aunque respondí, entre risas "¡ni loco!", la idea empezó a ganar fuerza en mi cabeza, aunque no la compartí con nadie.
Ya en verano, y encontrándome en un buen estado de forma y siendo capaz de correr de forma continuada a buen ritmo y de hacer tiradas por encima de 16-18 kilómetros sin problema, me compré "Marathon", de Hal Higdon y empecé a devorar sus páginas. Y en estas me encontré, a primeros de agosto, con un plan de entrenamiento para terminar la maratón en 4:15:00 (a 6:00min./km) y absolutamente motivado. La decisión, que seguramente ya estaba tomada aquella fría mañana de febrero, era firme y empecé a compartirla con mi entorno. "Estás loco" decían unos. "¿Estás seguro?" decían otros. "¿Quién, tú?" acompañado de risas. Pero esas palabras de incredulidad empezaron a tornar en palabras de interés y ánimo al ver que iba en serio.
Al paso por el medio maratón. Hay que restar 7'. |
Txema Vadillo en medio de la foto |
Y llegó la B/SS. Tomándola como entrenamiento y sin apretar más que en los últimos 3 kilómetros, hice el mejor tiempo de mi vida (1:42). Ahí lo vi claro: había hecho los deberes y conseguiría terminar la maratón.
A pocas semanas de la Maratón, una alegría: mi hermano Jon, que el año pasado no pudo correr su primera maratón por una inoportuna lesión de rodilla, la correría conmigo. A los pocos días, otra alegría: mi amigo Jon Daguerressar (1:24 en la B/SS de este año), trasladándome su admiración por lo que estaba haciendo, se ofrecía a acompañarme durante 20, 25 ó 30 kilómetros ("lo que el cuerpo aguante"). Y, finalmente, Gotzon Aldabaldetreku (que estuvo conmigo en la Leitza-Andoain) y Juantxo Pagoaga, nos acompañarían en bicicleta.
Los días previos, al contrario de lo que me habían dicho, tranquilidad. Los nervios no hicieron acto de presencia hasta bien entrada la madrugada del 27/11. Sabía que el trabajo estaba hecho y que todo era cuestión de correr como había entrenado: dentro de mis posibilidades y con mucha cabeza.
Llegó el 27/11. aunque no tan bien como en los últimos meses, conseguí dormir bastante bien y descansar, me levanté a las 6:00 y, siguiendo lo que había venido haciendo, "desayuné lo de siempre" y esperé descansando a que llegara la hora de la salida. Y así me planté en la Avenida de Madrid, con 72 kilos y con un amplio grupo de amigos que habíamos decidido correr alrededor de 5:30/km y con el hándicap de que, por un error mío en la inscripción, salíamos a la cola de toda la carrera y con las liebres de 3:45 y 4:00, entre las que queríamos colocarnos, muy lejos de nosotros. Adrenalina a tope, ilusión a raudales, pistoletazo de salida y un doble objetivo: acabar bien la maratón y, si fuera posible, por debajo de 4:00:00.
Salimos a un ritmo tranquilo, seguramente demasiado por el respeto que infunde una carrera de este tipo cuando eres primerizo y no sabes lo que te vas a encontrar. Los primeros kilómetros fueron algo incómodos por el hecho de tener que ir zigzagueando, adelantando a gente y viendo, en el horizonte, muy por delante, a la liebre de las cuatro horas. La primera media maratón fue un placer: mucha gente conocida animando, buenas sensaciones y un clima perfecto, con frío, sin viento, ni agua. Hacia el kilómetro 19 ya habíamos dejado atrás a la liebre de 4 horas, con la que aguantamos 2-3 kilómetros para regular y, el primer paso por el estadio, lejos de suponer un mazazo, nos supuso una dosis extra de motivación y ganas por llegar allí dos horas después.
La segunda parte de la carrera se me hizo más dura. Subió la temperatura y en los 4-5 kilómetros por el lado del río, el sol pegaba de lo lindo. Sufrí algo en ese tramo por el calor y porque, a petición suya, tuve que dejar atrás a mi hermano, que prefirió bajar un poco el ritmo en pleno túnel de Martutene. Le di la mano y nos dijimos "nos vemos en la meta". En el segundo paso por Gros, mi patria, muchas caras conocidas y la moral y las fuerzas intactas. Fue ya en La Concha cuando empecé a darle vueltas a lo que me encontraría tras pasar el 33, distancia máxima que había corrido hasta ese momento. Sabía que sería mentalmente duro pero el buen estado físico me ayudó a llevarlo bien.
Aunque no descubrí El Muro, a partir del 37 vinieron los peores momentos. Pese a haberme hidratado mucho, a haber tomado geles y fruta y al buen ritmo, que me estaba permitiendo ir dejando atrás a corredores, el cuerpo empezó a resentirse con amagos de calambres en cuádriceps y psoas y mayor sensación de ausencia de fuerzas. Pese a todo, conseguí mantener el ritmo constante y la cabeza pudo al cuerpo, llevándome hasta la meta.
El momento de mayor emoción llegó a partir de la calle San Martín, las calles abarrotadas de gente aplaudiendo y animando, ruido, caras conocidas, anónimos y amigos colocándose a mi par, diciéndome que apretara los dientes y trasladándome toda esa fuerza que tan bien me vino para llegar hasta el final. Ya a partir del 41, con la certeza de que llegaría a meta, empezaron a aparecer las emociones: el sacrificio de 10 meses, la comprensión de mi mujer, el apoyo de los míos, el recuerdo de un amigo que ya no está entre nosotros.
Tuve que contenerme para no echar a llorar de emoción en plena carrera y centré mis esfuerzos en localizar a mi mujer y mis hijos entre el público. Ellos son el motor que mueve mi vida. Me los encontré fuera del estadio, justo después de saludar a Igor Rodríguez, mi fisioterapeuta (¡qué habría sido de mí sin sus manos!) y hasta tuve tiempo de parar y darles un beso a cada uno y de ver la sonrisa de mis hijos, que me acompañaron durante 10 ó 15 metros de inmensa felicidad para mí.
Entré al estadio, miré mi asiento (en el que horas más tarde disfrutaríamos de un partido histórico) y dije a mi amigo: ya lo tenemos. Apretamos un poco y, ya en la recta de meta, nos dimos la mano, levantamos los brazos y gritamos con euforia.
Objetivo cumplido. Estábamos en Anoeta y con un tiempo de 3:55:35. Nos dimos un largo abrazo y alguna lágrima recorrió mis mejillas. Después, a esperar a mi hermano, que llegó 4 minutos por detrás, con cara de haber sufrido y nos fundimos en un abrazo, de esos que damos los hermanos mayores a los hermanos pequeños.
¿Podía haber corrido más rápido? Sí. Pero esto no iba de tiempos; no al menos en mi caso. Esto iba de superación personal. De conseguir algo que solo 10 meses antes era una utopía para una persona descuidada, en pésima forma y con una autoestima baja. Una manera de demostrarme a mí mismo que el que quiere, puede.
Así que, como ya puse en twitter, 3 pares de zapatillas, 13 kilos menos, 42 semanas, 137 madrugones, 1.700 kilómetros y 42.195 metros después, lo había conseguido. Había terminado una maratón pero, sobre todo, me había vencido a mí mismo. De hecho, de la mezcla de Maratón y Superación, la he llamado, mi primera SUPERATÓN.
Y ahora, haciendo una analogía de una famosa frase de J.B. Toshack: el domingo y el lunes dices que es la última, el martes te entran ganas de correr otra vez y el miércoles ya estás pensando en el siguiente reto... ¿NYC Maraton 2017? ¡Quién sabe!
Ha merecido la pena ¿verdad? Y me aguanto las ganas de pasaros el excel que me ha mandado con sus entrenamientos. Con lo que me ponen a mí los números, los tiempos y cualquier dato...
Eskerrik asko! Iñigo. Eta ZORIONAK!!!
Ha merecido la pena ¿verdad? Y me aguanto las ganas de pasaros el excel que me ha mandado con sus entrenamientos. Con lo que me ponen a mí los números, los tiempos y cualquier dato...
Eskerrik asko! Iñigo. Eta ZORIONAK!!!
Eso es determinación, si señor.
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