Iñaki Gerica es un conocido atleta popular, de los Donostiarrak, que cumplirá 40 años el próximo 23 de marzo. En sus escasas incursiones en la pista acredita 9:10:85 en 3.000 metros (2016) y 15:49.29 en 5.000 metros (2016). En asfalto, tiene 32:16 en 10 km (2016) y 1:13:09 en la Media Maratón Azkoitia-Azpeitia, también de 2016. Su marca de maratón: 2:36:01 databa del de Donostia de 2017. El año pasado, cuando rodaba en el grupo de 2:30, se retiró.
Así nos cuenta cómo ha mejorado su marca en el Maratón de Sevilla del pasado domingo, dejándola en 2:33.59.
Tras
el intento fallido del maratón de Donosti, me vine abajo un par de días, pero
me propuse enseguida sacarme la espinita y empecé a buscar una opción para
volver a intentar batir mi marca. La primera que se me pasó por la
cabeza fue Barcelona, pero Idoia Esnaola me la quitó de la
cabeza; y en esa misma conversación salió la opción de Sevilla. Dicho y hecho, puse la logística en marcha y en un par de
días tenía todo atado (inscripción, vuelos y hotel). Ahora llegaba la hora de
empalmar una preparación con la otra; y en pleno invierno no iba a ser nada fácil.
Diciembre
fue un buen mes, la cosa fluía, pero enero fue un calvario en lo climatológico
y en lesiones, ya que la infección de un dedo me tuvo parado 4 días y me
provocó una sobrecarga en el tendón de Aquiles del otro pie, que me obligó a
dosificar los entrenos ya que no podía correr más de dos días seguidos.
A base
de acudir al maestro San Adrián (fisio), de mucho hielo y de esa dosificación
fui mejorando y a dos semanas del maratón, el dolor remitió. La última semana fue la mejor de todas, me
subió la moral el sentir que estaba recuperado, me sentía en forma y me
autoconvencí de que tenía que ir a Sevilla a disfrutar. Me lo grabé a fuego en
la cabeza.
Las previsiones
meteorológicas presagiaban un día perfecto para el día D y no fallaron.
Amaneció un día raso y de camino a la salida hacia verdadero frio, rondaría los
6-7 grados. Intenté apurar hasta el último momento para desprenderme de la ropa
y me metí a falta de menos de diez minutos en mi cajón de salida. No paraba de
repetirme en mi cabeza: ‘Disfruta, disfruta, disfruta.’
Pistoletazo de salida
en una avenida enorme, anchisima y con una gran recta de casi 2 kms (el Paseo
de las Delicias que va pegado al río Guadalquivir). Salí tranquilo, demasiado
diría yo, hasta tal punto que fue el km más lento de los 42. Se me fue a 3:50, pero
enseguida puse la maquinaria en funcionamiento y en el km 2 ya estaba en los
parciales que buscaba. La estrategia era controlar cada 5 kms andar entre 18:00
y 18:20, lo que me permitiría rondar sobre las 2h33-34.
A medida que avanzaba, buscaba con la mirada unirme a un grupo y en el km 6 parecía que lo había
encontrado, pero cuando me uní a él iba más lento de lo que yo buscaba y tiré
para adelante. Vi otro grupo a unos 300 metros de unos 10 integrantes en el que
iba una chica y poco a poco, sin hacer un cambio brusco de ritmo, lo fui
alcanzando. En el km 12, ya estaba en el grupo y enseguida vi que aquel grupo
era el mío. Tiraba de él un croata que era la liebre de la chica, también croata.
Pasamos la media en 1:16:42, en la línea de lo que me había propuesto. Tenía
buenas sensaciones y los malos pensamientos los había gastado todos en la
intentona de Donosti 2018.
Sobre las 10 de la
mañana, en torno al km 25, vi en un termómetro de la calle que marcaba 10
grados, así que el día seguía siendo perfecto, ya que el viento tampoco
apareció en toda la carrera. Pasamos el famoso muro y mis sensaciones seguían
siendo las mismas, todo fluía y seguían cayendo kms con parciales casi
clavados. Creo que mi peor 5.000 había sido 18:21 y el más rápido 18:04. En el
km 34 la liebre croata pegó un tirón justo en la entrada de la bonita plaza
España de Sevilla y el grupo se rompió.
Ahi empezaba el
verdadero maratón. Yo me seguía viendo con fuerzas, pero en el km 36 noté que
mi isquio derecho me podía dar algún disgusto y bajé mi zancada lo que provocó
que mi ritmo bajará unos pocos segundos que se vieron reflejados en el parcial
del 35 al 40 (18:43).
Aun así, mi reloj me
decía que podía todavía bajar de 2h34. Los últimos 2 kms fueron muy
emocionantes. Junto a la catedral, el público se agolpaba hasta hacer un
pequeño pasillo que te arrastraba a hacer un último esfuerzo hacia la ansiada
meta. Una vez en la recta final miré mi reloj e hice un sprint de casi 400
metros y paré el crono en 2h33.59.
Para mí fue el mejor
premio al duro trabajo del invierno, a sobreponerme de las lesiones, a las
largas series, a los madrugones de entre semana para luego tener que ir a
trabajar; porque si algo he aprendido en mi decimoquinta maratón finalizada, es
que si sales con tu cabeza pensando en disfrutar y consigues rodearte de buenos
pensamientos el objetivo lo tienes más al alcance.
Después ya con mi
familia lo celebramos en el bonito barrio de Triana tomando unas cañas y
acabamos a la noche en un tablao flamenco disfrutando de una bella ciudad que
como dice la canción tiene un color especial y un maratón con una organización
fantástica, un clima maravilloso y un recorrido donde se pueden conseguir
grandes marcas. Ahora a pensar en nuevos retos y a seguir disfrutando de este
bonito deporte.
En el cuadro que sigue tenéis el detalle de la carrera de Iñaki y su evolución, que le permitió pasar del puesto 110º en el km 5 al 76º en la meta:
Km
|
Puesto
|
Parcial
|
Acumulado
|
5
|
110
|
0:18:12
|
0:18:12
|
10
|
103
|
0:18:06
|
0:36:18
|
15
|
99
|
0:18:21
|
0:54:39
|
20
|
92
|
0:18:04
|
1:12:43
|
25
|
92
|
0:18:08
|
1:30:51
|
30
|
88
|
0:18:06
|
1:48:57
|
35
|
78
|
0:18:11
|
2:07:08
|
40
|
76
|
0:18:43
|
2:25:51
|
Meta
|
76
|
0:08:08
|
2:33:59
|
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