Ayer, a las 6:48, le puse un mensaje deseándole suerte para las elecciones plebisci-tarias de hoy, sin saber muy bien cuál sería el resultado que condujera a conseguir esa suerte que tan sincera-mente le deseo a él y a todos los catalanes.
Su respuesta, que os transcribo literalmente, llegó a las 8:44:
Muchas gracias Gabriel, por tu actitud, siempre abierta y dialogante, y sobre todo, muchas gracias por tu amistad, que siempre me ha hecho sentir muy especial.
Esto va de lucha contra todas las desigualdades sociales y queremos hacerlo desde la radicalidad democrática. Independencia, pobreza cero, basta de corrupción. Ahora es la hora de la plena soberanía política, económica y popular.
El próximo 27 de septiembre comienza el resto de nuestras vidas en libertad, el voto que cambiará nuestras vidas. Sin renunciar a nada ni a nadie. Ni a la libertad política de nuestro país ni a la justicia social para su gente. Venimos de lejos. Hemos llenado las calles, las plazas, nos hemos unido de las manos a lo largo de todo el país, y ahora es la hora de llenar las urnas. Para continuar llenando el futuro.
Han sido años en que hemos constatado que tenemos un Parlamento vacío de sobe-ranía. Nuestras vidas son gobernadas desde despachos de Madrid, París y Bruselas. Ha llegado la hora de gobernarnos, pero para eso necesitamos toda la fuerza, tanto en las urnas como en las calles.
Te agradezco mucho tu comprensión, que siempre has tenido, y tus ganas de tocar este tema. Perdona la extensión y el tono, seguramente mitinero. Solo he querido intentar hacerte entender (que no necesariamente, compartir) mí, nuestro, punto de vista sobre la cuestión.
Un abrazo de Anna y mío.
Para mí -que soy muy poco 'banderizo' y me reconozco en la canción Georges Brassens, 'La mauvese reputacion', cuando dice aquello de: 'Le jour du Quatorze Juillet, je reste dans mon lit douillet. La musique qui marche au pas, cela ne me regarde pas.'; que Paco Ibañez tradujo como: 'Cuando la fiesta nacional, yo me quedo en la cama igual, que la música militar nunca me supo levantar'- es muy incómodo convivir con nacionalismos de todo signo.
En el caso de Catalunya, según un acertado análisis de Juan Ignacio Pérez, titulado Secesión (I), es una situación equiparable a la de un matrimonio mal avenido, en el que una de las partes ya ha pasado página, renunciado a seguir juntos; y la otra parte no hace nada por reanudar la convivencia ni por facilitar una salida salida o separación negocia-da por las dos partes. A mí me gustaría que alguien pusiera un poco de sentido común, de 'seny', y me cuesta encontrarlo -no ya en Rajoy y el PP, que sería milagroso- sino también al otro lado de la ¿mesa?. Quien no quiere razonar es un fanático.
Que alguien como Josep, que es el paradigma del 'seny', lleve más de dos años trabajando activamente por la independencia, me da que pensar.
Esta noche, sabremos los resultados y, tal vez, si se cumplen los deseos de Josep, de Anna y de otros amigos catalanes de distin-tas inclinaciones políticas, Catalunya puede tomar una vía hacia un destino desconocido en el que como buenos amigos que son, contarán con mi apoyo.
Pase lo que pase en las urnas, deseo a sus ciudadanos toda la suerte que merecen.
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