jueves, 3 de octubre de 2019

Cara y cruz de la Maratón de Berlín

La cara más evidente y mediática del maratón de Berlin del domingo pasado, que ha eclipsado el Campeonato del Mundo de la IAAF, que se está celebrando en Doha, fue la victoria y la marca de Kenenisa Bekele: 2:01:41, a sólo dos segundos del record mundial que marcara Eluid Kipchoge justo hace un año en ese mismo escenario.

Pero hubo muchas más caras, como, por ejemplo, las de dos atletas de Iparralde, asiduos en las carreras que se celebran en Gipuzkoa y hasta ganadores de algunas de ellas. Xabi Martínez acabó en el puesto 171º, con un tiempo de 2:28:56; y el veterano Lionel Petriaqque esperaba hacerlo mejor, 193º en 2:30.08.

El título de este post se lo debemos a Alazne Mujika, atleta del Donostiarrak, que el domingo pasó por las fases del dolor, la soledad, la resistencia y el alivio que supuso llegar a la meta. La suya es la cruz y la cara es la de su pareja: Fidel Pérez, que acabó en 2:53:27. 

Así nos lo cuenta Alazne:

Berlín ha sido el vivo ejemplo de lo que es la distancia de la maratón: grandiosa (así lo ha sido para Fidel) y un infierno (para Alazne). ¡Qué lección de humildad! Esto lo digo yo, Alazne. Una marea de personas que ves pasar, mientras tú, impotente, no puedes seguirles. 

Olentzero de 2018 estuvo generoso y le regaló a Fidel un cheque en blanco para una maratón que incluía los servicios de un entrenador. Tras muchas dudas por una lesión mía que se prolongó desde el 20 de febrero hasta finales de abril, tardamos en decidirnos. Solo faltaba que yo me viese en condiciones para iniciar una preparación para una maratón. Tras una tirada larga en mayo, estaba decidido: nos iríamos a Berlín el 29 de septiembre. Sería nuestra escapada de novios (después de dos años sin hacerlo). Dorsal, vuelo, hotel... y, por supuesto, Fidel ya había elegido entrenador, Jon Aranburu, y yo el mío, Regulo. Nos esperaban 18 semanas de entrenamiento. 

Poco a poco, ibamos cogiendo fuerza... hasta que... "crack", a falta de tres semanas, en una de las tiradas, el isquiotibial izquierdo no aguanta la tirada larga. Quedan tres semanas y la incertidumbre es completa. La 'pata izquierda' muestra actitudes pre-adolescentes, quejándose por todo y buscando los límites de nuestra relación, mi cabeza contra mi pata. 

Por fin llega el día de nuestra primer maratón Major. Yo me levanto con muy malas sensaciones que no comparto con Fidel. Él está fuerte, fortísimo. Los entrenamientos han salido perfectos, la motivación es enorme... Todo está alineado para que le salga una gran carrera. Ante mis sospechas de que es muy probable de que tenga que retirarme, le pongo una hora límite en el punto de encuentro: las 13:00 horas. Si no llego para esa hora acordamos que me espera en el hotel.

Llegamos a la zona de salida, dejamos la mochila con la ropa seca y cada uno a su cajón de salida. Antes, un abrazo, un beso y... lágrimas de impotencia porque sé que va a tocar sufrir.

9:15 horas. Al lío. La pata no se queja demasiado. Cojo confianza y un ritmo más rápido de lo esperado. Es la adrenalina. 

Km 5. ¡¡Ayyyy!! Se rompe la carrera. Un empujón inocente de una corredora asiática hace que pierda la estabilidad y, mierda, la pata izquierda se queja. Y, de pronto, la espalda y el cuello completamente rígidos. Una sensación de tener un palo de escoba que cruza toda la espalda de arriba abajo y de izquierda a derecha. "Solo" quedan 37 km. Vamos a por el km 10. Ahora a por el 15 km. 5 más y llegamos a 20 km. Enseguida está la media. 5 más y llegamos a 25 km. En el 27,5 km nos dan el gel. Llega el 30 km. Ya quedan 12 km, dos más y son 10 km y empezamos con un dígito. Faltan 3 tres miles. Ya estamos en el 40 km. 41 y 42. Ya quedan los 195 metros. 

Dolor. Soledad. Resistencia. Alivio. Cuatro emociones vividas de manera intensa, intensísima. En fin, no ha podido ser. Se ha completado la distancia (4:05:06) y se ha sufrido como nunca. En cualquier caso, de estas maratones también se aprende. Ahora ya estamos en marcha para recuperarnos y volver a liarla en otra ocasión. 

Ah, y de Fidel, qué os voy a contar. Espectacular. Carrera perfecta, que ha sido la guinda de un entrenamiento perfecto. Salió con una confianza enorme, leyó la carrera como nadie, la disfrutó como nunca, solo empañada con la preocupación de qué podía haberme pasado a mi.

En fin, una experiencia increíble, una carrera con una organización espectacular, un ambiente extraordinario durante todo el recorrido, con una ciudad volcada con su maratón. Y, por supuesto, una ciudad que hay que visitar sí o sí. 

Volveremos, por supuesto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario