Ahora que, poco 
a poco, vamos volviendo al tajo después de las vacaciones de verano, os invito a 
pensar en un concepto cada vez más en boga: la marca personal.
Los avances 
tecnológicos y organizativos de los últimos años –y los que vienen- están dando 
al traste con una buena parte de los puestos de trabajo, tal como los hemos 
conocido hasta ahora. La estabilidad de la que hemos disfrutado las personas de 
mi generación parece cosa del pasado. Y la empleabilidad de nuestros hijos 
dependerá, en gran medida, de su capacidad de destacar o de distinguirse de los 
demás.
Como padres, 
creo que debemos ayudarles a descubrir y potenciar aquello en lo que son buenos. Debemos 
favorecer su desarrollo personal –no solo académico- sin darles todo hecho, 
marcándoles objetivos; y principios, valores y hasta virtudes en los que 
apoyarse para alcanzarlos.
Así será más 
fácil que disfruten de (su) trabajo toda su vida laboral, aunque -casi seguro- 
el trabajo concreto y el sitio donde trabajen vaya variando a lo largo del tiempo. 
Ser reconocible 
(positivamente); no conformarse; asumir riesgos; ganarse la confianza de los 
clientes; ser flexible; tener la capacidad de persuadir, influir o impresionar a 
los demás; estar bien relacionado; identificar oportunidades guiado por el deseo 
de saber más de las personas y los temas de actualidad y de futuro; actuar con 
integridad y coherencia personal; comprometerse con los objetivos a alcanzar y 
poner el máximo empeño, creyéndose capaz de conseguirlos; trabajar en equipo y 
en red; preocuparse por el orden y la calidad de todo lo que hace; mantener las 
emociones propias bajo control; y ser resiliente. Casi nada ¿verdad?.
No 
esperemos más. También nosotros podemos empezar, desde ya, a trabajar nuestra 
marca personal.
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