
Bien entrado en el otoño de mi vida, he conocido y conozco a personas eternamente agonizantes, esperando a, o combatiendo contra una muerte perezosa, en un sucedáneo de existencia en el que ni viven, ni dejan vivir a los que les rodean, cual perros de la huerta de la dama de la guadaña, huérfanos y estériles de afectos.
Otros, prefieren que la muerte sea un enemigo oculto y desconocido, una visita inesperada, una sorpresa dolorosa. Y breve ¿verdad?
No me gustaría verme en ninguno de los dos casos. Porque desde que nacemos, empezamos a morir cada día. Me agobiaría tener que hacer en media hora, o en una semana, lo que podría y debería haber hecho durante toda mi vida. Y aborrecería dejar de VIVIR -con mayúsculas- por aferrarme a una existencia lúgubre, egoísta y misántropa.

¿Cómo he empleado mi tiempo mientras estoy vivo? ¿Estoy satisfecho del uso que estoy haciendo de él?
Interesantes preguntas, que me salen al paso, desde los 61, hasta el infinito y más allá.
Eres un chaval. Un M60, no más.
ResponderEliminarZorionak!
I.K.
Qué bonita reflexión!!! Yo, tuve la buena suerte de ver a la muerte de cerca. Si digo bien, la buena suerte.
ResponderEliminarTuve la dura experiencia de ver cómo la muerte truncó la vida de mi mujer con 46 años.
Y esa dura experiencia me abrió los ojos y me hizo ver lo afortunado que soy, me hizo valorar cada minuto de mi vida. No podemos perder el tiempo en lamentos, la vida es para vivirla, para vivirla aquí y ahora. Y si,la muerte llegara, y como no sabemos cuándo, no dejemos nada para luego, no sea que nos pille con la faena sin terminar.
Muchas gracias Gabriel !!! Que grande eres!!! ��������
Tú si que eres grande, Manu. Un fuerte abrazo.
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