Hasta hacía poco
más de dos semanas, había entrenado fenomenal y mis referencias eran 1:18:30 en
la Media Maratón del Laister el 1 de abril, con calor y viento Sur; y 1:14:16
en los 20 kms Adidas del 16 de septiembre, justo cuatro semanas antes. Son carreras
que ya no se celebran. Con esos antecedentes, mi marca podía estar en el
entorno de las 2h:50’.
Como tengo anotados
todos mis entrenamientos, he comprobado que todo se torció el jueves 27 de
septiembre en el viejo estadio de Anoeta, tras el que, hasta entonces, había
sido mi mejor entreno de siempre: 10x1.000 metros, recuperando tres minutos,
por debajo de 3:15 de media y terminado el último en 3:05. La temperatura era
buena y descalenté con la misma camiseta de tiras con la que había hecho las
series. Hice unos estiramientos sin cambiarme de ropa, comentando la sesión,
recreándome en lo bien que me había sentido y, de repente, noté que me
enfriaba. Volví a casa, cené, me metí a la cama y a la mañana siguiente me
levanté con malestar general, que achaqué a la paliza de la víspera.

Ya recuperado de la
gripe, pero sin apenas haber entrenado, me presenté en la salida. El día, sin
ser malo, tampoco era ideal, con una temperatura por encima de los 15º.
En esas
circunstancias, lo prudente hubiera sido rebajar mis expectativas y conformarme
con bajar de tres horas. El entonces incipiente grupo de los Donostiarrak, del que yo formaba parte y
con el que había hecho las largas tiradas de los sábados y domingos, tenía un
grupo de especialista en correr en el límite de las tres horas: mi colega Joxe Mari Iturrioz, Txomin Arizmendi… Pude salir con ellos,
a 4:15/km, pero no, salí a 4:00/km, más rápido incluso del objetivo razonable
(2h:50’); y fui como un reloj hasta el km 30, que entonces estaba a la altura
del que todavía era el solar del Kursaal (se inauguró en 1999) y pasé en
2h:00’:00”. Y eufórico.

Ya sólo quedaba el
plan D, tan improvisado como el B y el C: supervivencia y llegar como fuera a la meta en el viejo estadio de
Anoeta. Lo conseguí, tras varias paradas más, en 3:04:58, esprintando incluso
para bajar de 3:05. Si los primeros 30 km los había hecho a 4:00, los últimos
doce me salieron a 5:20/km.
Aunque llegué desfallecido, estaba inmensamente feliz y enganchado para siempre al maratón. Fue el primero, corrí once más, y a pesar de los estragos de la edad y el maltrato que le he dado a mi cuerpo, espero tener la oportunidad de hacer el último.
Aunque llegué desfallecido, estaba inmensamente feliz y enganchado para siempre al maratón. Fue el primero, corrí once más, y a pesar de los estragos de la edad y el maltrato que le he dado a mi cuerpo, espero tener la oportunidad de hacer el último.
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