sábado, 2 de marzo de 2013

La mancha humana

El domingo por la tarde, en el tren que me devolvía a casa, terminé de leer La mancha humana, tercera parte de la trilogía americana, de Philip Roth, tras Pastoral americana y Me casé con un comunista.

Siguiendo el modelo de las anteriores, el narrador se sitúa en la época del escándalo de Bill Clinton con Monica Lewinski, trazando un paralelismo con el escándalo suscitado en una pequeña comunidad universitaria por la conducta de Coleman Silk, ex-decano de la misma. Alrededor de este potentísimo personaje, a lo largo de 311 páginas, irán apareciendo su familia, sus amantes, sus colegas, sus aficiones y su determinación, que algunos llamarían egolatría. Nos encontraremos con saltos en el tiempo, revelaciones sorprendentes y situaciones dramáticas, que ponen en entredicho las convenciones sociales de las que nos hemos dotado para llevar una vida ordenada. 

La película no es capaz de recoger
la enorme densidad de la novela
El racismo, la segmentación entre negros, judíos, blancos, americanos y europeos, el amor y el odio, la bondad y la maldad, la sexualidad, el individualismo y el gregarismo de lo políticamente correcto, van aderezando una historia que nos deja frases como: 'La universidad de Howard me pareció una concentración excesiva de negros en un solo lugar'. '¿Dónde crees que encontraré la fuerza para ser tan cruel conmigo misma?'. '¿Quién puede entender a los 32 años que a los 71 es exactamente igual?'. 'Agitando los puños ante las caras de la gente que odiaban mucho más de lo que en sus momentos más insufribles ellos dos podían llegar a odiarse mutuamente'.

Es, por fin, una historia construida sobre una gran mentira, que puede resumirse en esta frase: 'La verdad acerca de nosotros es interminable'.

Una gran novela, para meterse en vena, sin anestesia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario