
Salvo el primer partido de cada una de las selecciones finalistas, he visto todos los de Francia y Croacia. En ninguno de ellos ha estado Francia en apuros y en todos ellos me ha dado la sensación de que no daban el cien por cien, conformándose con controlar el partido. La única vez que se pusieron detrás, con Argentina, reaccionaron volteando el 1-2 hasta dejarlo en 4-2. Han ido por la parte dura del cuadro y han dejado en el camino a Argentina, Uruguay y Bélgica –que había eliminado a Brasil- mientras Croacia pasaba con apuros frente a selecciones menores como Dinamarca y Rusia; y sólo en la prórroga, tras estar contra las cuerdas hasta el gol del empate, ganaba merecidamente a Inglaterra, otra selección sobrevalorada.


Como no formo parte del amplio colectivo de anti-gabachos, que ha salido a la luz estos días, poniendo en evidencia ese gran defecto que es la envidia, me alegra mucho la victoria de Francia, un gran EQUIPO y un gran país, del que tenemos mucho que aprender.
Y termino con el VAR, tan denostado por algunos ¿periodistas? deportivos que observan cómo la tecnología: hechos y datos. Les achica el embarrado terreno de juego de la polémica y el agravio. A mí me ha parecido que hay un antes y un después del VAR. Más allá de que ayuda al árbitro a acertar más –y apunto aquí el gran nivel de los colegiados en esta Copa del Mundo- hace que casi desaparezcan las conductas violentas, las protestas y los fingimientos.
Bravo por LA FIFA, que ha sido valiente con el VAR, y que ha puesto en evidencia la prensa deportiva de este país, que va camino de terminar en una mala copia de Sálvame.
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