sábado, 14 de julio de 2018

Iñigo Oyarzabal

‘La muerte no es más que un cambio de misión.’ (Leon Tolstoi)

Para los que ya tenemos una edad, hay personas que dejan huella, pese a que apenas hayamos tenido relación con ellas. Un gesto, un detalle, una sonrisa, una ayuda desinteresada, quedan en nuestra ya frágil memoria y nos golpean, como nos ha golpeado a muchos la muerte repentina de Iñigo Oyarzabal, un hombre nacido en 1964, que para mí, que vine a este mundo nueve años antes, podía estar en la mejor etapa de su vida personal y profesional, como lo demuestra la foto de abajo, en la que saluda al Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz, en la reciente visita de éste a Gureak

La deportiva seguro que conoció momentos mejores, como el que recoge la foto del Maratón de San Sebastián de 1997, en que vemos a Iñigo Oyarzabal acompañando a Amaia Arana, que es quien me la ha facilitado y que fue la musa atlética de varias generaciones de fondistas y fonderos (que no es lo mismo ¿eh?). Ese año, Iñigo acabó el maratón en 3:01:59, puesto 325º, tras haber acompañado muchos kilómetros a Amaia, que debutó con 2:56:37. El de la izquierda, con el que me las veía tiesas hace una veintena de años, creo que es Julen Vadillo.

Un par de años antes, Iñigo Oyarzabal corrió la primera de las 23 B/SS que tiene en su palmarés y justo entonces hizo su mejor tiempo: 1:22:08. Este año hubiera hecho la 24ª.

Cuatro años después, en 2001, Amaia Arana hizo su marca de maratón en Rotterdam: 2:45:13 y cuenta que, mediada la carrera, animando a tope, estaban Iñigo y su mujer que, sin decirle nada, se había acercado desde Amsterdam, al enterarse de que corría.

Últimamente le pegaba más a la bici, sin descuidar los rodajes mañaneros en los que nos cruzábamos muchas veces, saludándonos, sin que yo –por aquello de mi mala cabeza-  le pusiera nombre… hasta que leí en la prensa la noticia de su muerte.

Dicen algunos que la muerte llega cuando hemos perdido la costumbre de vivir. Seguro que no es el caso de Iñigo Oyarzabal, un apasionado de la vida, a quien hubiera preferido seguir saludando, sin ponerle nombre, y que todos pudiéramos seguir disfrutando de ese gran tipo.

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