'Al final, lo que importa no son los años de vida, sino la vida de los años' (Abraham Lincoln)
Con 42 años recién cumplidos, nos ha dejado Ibon González Loitegi, atleta veterano del Tolosa C.F. Trabajaba en Jaure, una empresa puntera y muy atlética, que con él en el equipo ha ganado varias veces la Carrera de Empresas de Donostia. Deja en este mundo a su mujer y dos hijas de corta edad. No tenía el gusto de conocerle, pero seguía sus carreras y, en alguna ocasión, intercambiamos datos y comentarios en Messenger. En ese escaso trato, me encontré siempre a un tipo humilde, amable y facilitador.
Tan terrible noticia me ha llevado a mis 42 años, que recuerdo como una de las mejores etapas de mi vida. Aquel año 1997 estaba, como ahora, felizmente casado, tenía una hija de 9 años y un hijo de 5, corrí el maratón de Donostia en 2:44:00 (mi último maratón decente) y estaba en una etapa de crecimiento profesional.
En estos 22 años que se ha perdido Ibon, he visto crecer a mis hijos, que ya están escribiendo su propia historia, con 31 y 27 años. He pasado por grandes momentos profesionales y por algunos grandes batacazos, de los que he tenido la suerte o la capacidad de salir reforzado. Y he asistido a mi declive físico, siempre relativo, si lo comparo con la mayoría de las personas de mi edad. He sido y soy un hombre afortunado.
Entre los numerosos comentarios y muestras de dolor, incredulidad y aturdimiento que he leído a lo largo del día, hay uno que me ha hecho reflexionar: 'Este tipo de pérdidas, de esta forma, te dejan tocado. Te dan que pensar.'
Yo me pregunto: ¿Pensar? ¿En qué? ¿Es que podemos pensar, con 42 años y gozando de una salud que parece de hierro? ¿En qué vamos a pensar cuando hemos corrido un maratón en 2:39:49, una media maratón en 1:13:51, una B/SS en 1:09:47, 10 km en 34:29 o un 3.000 en pista en 9:29.50?
Siento muchísimo y no soy capaz de imaginar siquiera el dolor de la familia de Ibon, ante una noticia tan devastadora, a la vez que estoy convencido de que esa muerte súbita que se ha ensañado con ellos, tiene mucho de fatalidad y, a mi modo de ver, poco que ver con el estudio de vida que había elegido Ibon y del que ha disfrutado hasta su muerte.
Todos conocemos los casos de deportistas de élite, constantemente vigilados y chequeados, que han muerto en circunstancias similares, sin que nada ni nadie les hubiera advertido del peligro.
Vivir mata, a veces poco a poco y a veces, como a Ibon, de repente, sin previo aviso.
Decía Oscar Wilde que 'Para la mayoría de nosotros la verdadera vida es la vida que no llevamos'. Sin conocerla, apostaría que no ha sido el caso de Ibon, que tiene toda la pinta de que, en sus 42 años, vivió una vida de verdad.
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