jueves, 24 de diciembre de 2020

El discurso del rey

La ama nos dejó el 14 de marzo y ésta será la primera Nochebuena que celebraremos solos la familia Beldarrain-Segurola: cuatro personas. En vida del aita, nos juntábamos la familia Beldarrain-Carrillo, diez personas. Uno de los hitos de esa celebración se producía a las nueve de la noche, antes de cenar. Mientras las mujeres se afanaban en la cocina, el aita, instalado en su butaca del salón, rodeado de sus nietos y con sus hijos estratégicamente situados, se disponía a escuchar el discurso del rey; nada que ver con el que pronunció Jorge VI en 1939 para declarar la guerra a la Alemania de Hitler, inmortalizado en la película The King's speech

Mi memoria se va a aquellos discursos en los que el entonces rey de España, Juan Carlos I, se llenaba de orgullo y satisfacción, mientras el aita despotricaba del hoy todavía rey emérito. El aita no decía tacos, al menos en presencia de sus hijos y sus nietos, de modo que sus diatribas, en euskera, cargadas de mala baba, eran ingeniosas y hasta refinadas, provocando la hilaridad de sus nietos -que no entendían nada- y las miradas cómplices de sus hijos, Javier y yo, que echábamos leña al fuego, mientras el aita se ensañaba con Telu

Sí, he dicho Telu, porque es así como el aita llamaba al entonces rey. No quiero ni pensar lo que hubiera dicho hoy, sabedor de toda la porquería que rodea al personaje.

Cuando Juan Carlos I abdicó, la cosa perdió bastante. Se mantuvo el rito y nos seguimos juntando a las nueve en el salón, pero nada volvió a ser igual. Felipe VI no tiene, aparentemente, el cuajo de su padre, su dicción es mucho más limpia y hasta mecánica y no transmite como él. No levanta pasiones, que en el caso del aita eran negativas y destructivas. Siguió despotricando de la monarquía como institución parasitaria e inútil, pero ya nunca fue igual que con Telu

Esta noche, escucharé el discurso de Felipe VI, no sé si solo o acompañado, y es probable que despotrique del personaje y de la institución, que lo haga en términos más soeces de los que utilizaba el aita, y que resulte mucho más previsible y menos ingenioso que el.

Después, disfrutaremos de la cena y de la compañía de las personas que formamos una familia que me llena de orgullo y satisfacción. ¿Qué más podemos pedir?

Disfrutad de la Nochebuena y de la Navidad. Eguberri On!


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