domingo, 17 de marzo de 2013

El silencio de los corderos

Virgen de Begoña
Begoña, Arantza y Estíbaliz tienen la misma edad, estudiaron juntas y las tres siguieron la tradición familar, dedicándose a la agricultura y la ganadería, en tres grandes granjas colindantes. Mantuvieron siempre una buena relación, sin competir las unas con las otras. Coincidían en las ferias, se juntaban a comer de vez en cuando, se felicitaban los cumpleaños y las Navidades, se hacían algunos regalitos y llevaban con éxito sus negocios, cada una con su propio sello.

Veinte años atrás, cuando eran más jóvenes e inocentes, estuvieron a punto de juntar las tres granjas, sin éxito. Pese a la buena voluntad de las tres, no era tarea fácil. No tenían el mismo tamaño, sus modelos de negocio eran distintos y, sobre todo, sus respectivas familias no estaban por la labor de perder los privilegios de los que disfrutaban cada una por separado; repartiéndose los frutos del negocio, sin dar un palo al agua.

Begoña y Arantza, cada una por su lado, comenzaron a expandir el negocio a otros territorios. Begoña optó por la tradición, la ortodoxia y la prudencia. Arantza, fuera de su territorio natural, revolucionó el negocio, lo que le ayudó a modernizar sus estructuras, sus sistemas y sus procesos. Estibaliz, por su parte, siguió aferrada a sus pastos y a las huertas de toda la vida, apostando por fidelizar a sus clientes. Así las cosas, la granja de Begoña, que era la más grande, fue perdiendo terreno; la granja de Arantza no supo poner freno a tiempo a los riegos en los que estaba incurriendo; y la granja de Estibaliz fue perdiendo peso relativo en el sector.

La crisis también les llegó a ellas. Los beneficios empezaron a menguar y las familias empezaron a quejarse, sorprendidas, además, por el comportamiento de las tres mujeres que, hasta entonces, habían llevado una soltería irreprochable.


Virgen de Arantzazu
Arantza tenía una aventura con un madrileño, que se estaba aprovechando de ella. Begoña se casó con un señorito andaluz, entrado en años, dueño de un latifundio en ruinas. Estíbaliz, en los confines de su finca, se hizo un palacete de diseño, envidia de las mejores bodegas de La Rioja -y de sus vecinas- adonde trasladó la gestión de su negocio.

Arantza terminó malamente con el madrileño. Begoña recuperó la dimensión que había perdido con el paso de los años, sumando a sus prósperas tierras las del latifundio andaluz, pero estaba comprometiendo sus reservas por las deudas del señorito. Y Estíbaliz tenía dificultades para mantener su estructura en un escenario de recesión.

Así las cosas, las tres vecinas, aconsejadas por sus abogados, se plantearon una fusión. La negociación, si la hubo, fue rápida. Begoña se quedó con la mayoría del negocio y el resto se lo repartieron entre Arantza y Estíbaliz. Y comenzó el baile.

En sus primitivas granjas no hubo grandes dificultades, más allá de las cuestiones técnicas y de los distintos modelos de gestión, fagocitados por los de Begoña. En las nuevas granjas, abiertas en otros territorios,  se apostó por la agricultura, por la que se había decantado Begoña y se decidió sacrificar las ovejas que pastaban en las tierras de Arantza, que no reaccionaba, mientras se le iba quedando cara de cordero degollado.

2 comentarios:

  1. Arantza, además, había comprado en esas "nuevas tierras" cientos de ovejas cojas, estériles y que no daban ni leche ni lana. Además de su lío con el madrileño, también compró tierras supuestamente para pasto que resultaron venenosas, que nadie quería pastar allí. Vamos, que Arantza dejó de ser buena granjera hace al menos 10 años. Ahora que no se queje.

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  2. Aunque sea anónimo, celebro recibir un comentario en este blog, a sumar a los muchos -y de todo tipo- que me han llegado de viva voz, por mail, por facebook...

    Tienes toda la razón. ¡Menuda como nos ha salido la Arantzita!; con lo bien que la habíamos educado.

    Y Arantza no se queja ¿eh? (¡buena es ella!). Las que nos hemos quedabo 'pasmás' somos sus pobres ovejas, sin pastos y algunas -como tú bien dices- envenenadas.

    Eso sí, saldremos con bien de esta. Ya verás.

    Un cordial saludo desde la capital del reino, donde esta pobre oveja, a estas horas, está todavía 'pastando'.

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