martes, 30 de julio de 2013

Lío en Río

Ayer, con una misa-espectáculo en la playa de Copacabana, abarro-tada de fieles, el papa Francisco cerró las 12ª Jornadas Mundiales de la Juventud (JMJ). La puesta en escena, que más parecía un concierto de rock, trataba de recuperar el terreno perdido con el auge de las confesiones evangélicas en Brasil.

Estas JMJ han confirmado que el papa Francisco es un gran comunicador, que emplea un lenguaje llano y que interactúa con su audiencia, no dudando en utilizar términos coloquiales: 'Espero lío en la diócesis', '¡Es un grande! (refiriéndose a Benedicto XVI), 'No balconeen la vida' (no observen los acontecimientos sin participar en ellos); metáforas futboleras como 'Jueguen adelante'; y la buena educación y la humildad de las que hace constantemente gala, dando las gracias a quienes le escuchan y pidiéndoles que recen por el papa, que lo necesita mucho: 'Reza por mí', siempre lo he pedido. Cuando era sacerdote lo pedía menos, no  tanto. Empecé a pedirlo más como obispo. Me siento con muchos límites y con  muchos problemas, también soy pecador. Esta petición es algo que me viene de dentro. También le pido a la Virgen que rece por mí. Es una costumbre que me viene del corazón, siento que tengo que pedir.' 

Un papa que sube al avión portando su propia bolsa de mano de cuero negro; que promete transparencia y hones-tidad para el IOR (en banco vaticano); que no explicita la postura de la iglesia sobre el aborto y el matrimonio entre perso-nas del mismo sexo porque entiende que en este viaje era necesario hablar positivamente; que defiende a la curia, aunque algunos de sus miembros no sean tan santos 'porque, como saben ustedes, hace más ruido un árbol que cae que un bosque que crece.'

Un papa que cree que 'el trabajo de obispo es hermoso: debe estar delante de los fieles, en medio de los fieles y detrás de los fieles'; al que le gusta mezclarse con la gente: '¿Saben cuántas veces he tenido ganas de ir por las calles de Roma?! Me gusta tanto. Caminar es una de mis costumbres, era un sacerdote “callejero”.'

Un papa que renuncia al coche blindado y que no quiere lujos especiales, ni en Roma, ni en el avión, ni en Río de Janeiro 'porque no se puede blindar a un obispo de su pueblo. Prefiero la locura de esta cercanía que nos hace bien a todos.'

Un papa que, desde la misericordia, aboga por el acercamiento a la iglesia ortodoxa, a los matrimo-nios rotos y a los gays: 'Si una persona es gay y busca al Señor con buena voluntad, ¡¿quién soy yo para juzgarlo?! El Catecismo de la Iglesia católica enseña que no hay que discriminar, sino acoger.' 

Un para que, ayer pidió a los jóvenes: 'Vayan sin miedo para servir', saliendo a la calle, sin quedarse en casa, arriesgándose a equivocarse, aunque se arme lío, como estos días en Río. Bendito lío.

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