Una de las ventajas de estar jubilado es disponer de tiempo, por la mañana, para asistir a charlas como la que ha dado Toni Nadal, tío y entrenador de Rafa Nadal hasta el año pasado, abriendo, tras la intervención del Diputado General, Markel Olano, la jornada Gure Lurra. Sembrando Futuro 2, que se ha celebrado hoy en el Kursaal.
Ha sido una charla plagada de anécdotas, vivencias y hasta susedidos, bien condimentada con precisas dosis de humildad, humanidad, honestidad y humor. Las 4 Hs.
Ha empezado atribuyendo su fama como entrenador a la circunstancia de haber dado con un gran jugador que, además, era su sobrino, lo que hacía más complicado que le pudiera despedir, con el que no tenía pactada ninguna contraprestación económica. Ningún otro entrenador le hubiera salido más barato.
Desmitificando su figura, ha contado que las únicas instrucciones que ha llegado a dar al número 1 del mundo, ganador de 17 torneos del Grand Slam, han sido: pegarle a la pelota lo más fuerte que puede, fuera del alcance de su rival... y que entre dentro de los límites de la pista.
Me ha encantado oírle decir que le desagradan profundamente las queja y las malas caras. Es lo mismo que yo siento cuando en la pestaña Sobre mí digo aquello de: Soy un corredor de fondo, convencido de que el trabajo duro es divertido, si te sabes reír de ti mismo, te rodeas de personas inteligentes y evitas a los que se quejan por todo.
Hablando de trabajo duro, se ha confesado extremadamente exigente, parco en el halago, obsesionado con la mejora continua y enemigo de la comodidad. Solo a través de la incomodidad y el inconformismo puede alcanzarse la excelencia.
Cuando hablamos de resistencia, enseguida nos viene a la cabeza la defensa épica que Rafa Nadal hace de cada punto, como si estuviera bajo la amenaza de un match ball. Si no fuera por esa virtud, nunca hubiera podido ganar a un genio como Roger Federer que, en palabras de Toni Nadal, tiene mejor derecha, mejor revés, y cuyo saque y volea superan de largo a los de su sobrino.
Ha resaltado la importancia de la capacidad de aprender y de la obediencia a los mayores, algo tan pasado de moda, pero tan fundamental para alcanzar el éxito.
Y, sin mencionarla, toda su charla ha estado presidida por otra virtud: el respeto. Como le había escuchado antes en muchas entrevista, siempre dice Rafael, y no Rafa. Cuando ha citado a sus rivales, entrenadores y cualquier otra persona, lo ha hecho con discreción y prudencia, lo que no está reñido con ser claro y directo.
Para terminar, la charla me ha recordado al mejor libro de marketing que he leído y que se titula El poder de lo simple (Jack Trout).
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